Por mucho que pensemos que el auge económico en algunos países es un milagro, la realidad no es así; es un proceso de construcción que va desenvolviéndose etapa por etapa y combina el factor económico con el humano que conforma la cultura del lugar. Saltarnos las etapas crea sistemas económicos deficientes, baja productividad y bajo retorno económico de la inversión.
Los campesinos del período Tokugawa o era de Edo (1603–1867), eran alfabetizados en las tres áreas de conocimiento fundamentales: lectura, escritura y aritmética. El concepto de “campesino silente y analfabeto” para nada se aplicaba en Japón en el siglo XVII, pues los campesinos del período Edo estaban altamente educados.
Muchos de los miembros de las familias campesinas de los poblados fueron participantes cruciales de apoyo indispensable para los señores feudales al momento de organizar su administración en todo Japón.
Los señores feudales de la época nombraban a los campesinos educados como oficiales y les asignaban tareas administrativas, tales como llevar el registro de tierras. Por tanto, a los señores feudales no les quedaba otra alternativa que delegarle a los campesinos la administración de las villas y poblados rurales.
En la mayoría de los casos, estos campesinos al servicio de los señores feudales cobraban los impuestos a los poblados basados y con información del registro escrito de tierras. Para 1600, todas las ordenanzas eran por medio de documentos escritos que preparaban los campesinos que fungían como oficiales del señor feudal. Estos campesinos adquirieron a su vez su destreza para escribir y leer de sacerdotes budistas y shintoistas, y los adultos mayores de la familia y de otros familiares.
Aunque parezca inverosímil, para el año 1600 ya se había impreso un manual para agricultura. El llamado Hyakusho denki recomendaba que todo campesino debería tener un buen nivel de educación y debía aprender a utilizar el ábaco.
La educación veía el lado práctico para mantener el “negocio” y no necesariamente para ahondar en conocimiento. Aunque más se orientaba para el negocio agrícola y para llevar un registro de la producción, con la pujanza económica se abría una ventana para que el campesino ampliara su horizonte de conocimiento.
Los negocios de los campesinos de la época se concentraban en la administración agrícola, incluyendo la división equitativa de los impuestos de los poblados y las obligaciones colectivas, así como la distribución equitativa del uso del agua, los derechos de uso colectivo de tierra por parte de los miembros de la comunidad.
En un punto, la circular de información oficial del gobierno feudal que se publicaba regularmente y se colocaban en sitios públicos para avisar a los ciudadanos, establecía la sugerencia que los pequeños campesinos deberían mantenerse practicando escritura y aritmética hasta la edad de 15 y 16 años para evitar que cayeran en la ruina, e incluso se sugirió que deberían aprender poesía, versos y cantos, para evitar que se dedicaran a los juegos de azar.
Aunque en las ciudades de la época (Edo –hoy Tokio– tenía 1 millón de habitantes) había escuelas y en los pueblos y villas la educación se realizaba por medio de tutores privados, oficiales o servidores públicos retirados de los pueblos o por sacerdotes. Ya para el año 1830 se había desarrollado en Japón un sistema privado de educación con clases regulares, un currículo determinado y estudiantes regulares.
Con esto se da inicio a la “educación popular” y se arraiga la creencia que la difusión de la educación era un requisito para la existencia de las poblaciones. El nivel de educación era determinado por el número de campesinos escolarizados y el grado escolar al que llegaban los hombres y mujeres jóvenes.
