Charles Darwin llegó a decir en una ocasión que el origen de las flores era un terrible misterio. El naturalista británico y autor de El origen de las especies estaba mucho más preocupado por saber cómo habían evolucionado los mamíferos de Sur América que las plantas, pero su sentencia es una muestra clara del desconocimiento que, todavía hoy, tenemos sobre uno de los productos más hermosos de la naturaleza.
Si bien existen registros fósiles de flores con una antigüedad de 130 millones de años, hace dos años un grupo de científicos llegó a la conclusión de que en realidad las plantas con flores pueden haber aparecido sobre la Tierra mucho antes: 250 millones de años atrás.
Tradición y ciencia, sin embargo, suelen llevar rumbos opuestos, y los pueblos no iban a esperar a que los sabios supieran cuál es el origen de estas plantas capaces de producir órganos reproductivos tan hermosos y coloridos, para entonces darle un significado. Algo tan hermoso debía representar, por fuerza, los mejores y peores sentimientos humanos.
Regalar flores el Día de San Valentín es una tradición. Pero nadie ha dicho que no puede ser también una muestra de originalidad. El mensaje es claro, por ejemplo, si recibes una rosa roja; quien te la entrega te está diciendo que te ama profunda y apasionadamente. Y es que la rosa es, casi con toda seguridad, la reina indiscutible de las flores y su significado no da pie a ninguna duda. Pero, ¿qué ocurre con el resto de las flores? ¿Acaso no tienen ellas también un significado?
La mayoría de las veces, lo que le da a la flor su significado es su color. El rojo está asociado al enamoramiento, al amor pasional. A falta de rosas, o porque éstas suelen ser más costosas, hay quienes recurren a los claveles rojos para demostrar sus sentimientos. Pero también puedes decir te quiero si regalas un crisantemo de ese color.
Al blanco se le atribuye la pureza, la inocencia y los buenos pensamientos. Un clavel blanco debe interpretarse como una muestra de ingenuidad.
Cuando el rojo y el blanco se encuentran, por ejemplo, en un arreglo floral, hay que interpretar que la persona tiene sentimientos encontrados. Está confundida acerca de lo que siente y por eso utiliza ambos colores.
Aunque la naturaleza ha dotado a muchas especies de angiospermas de espectaculares flores amarillas, la tradición ha decidido darle a este color matices de misterioso y sentimientos malsanos. Nadie que siga la tradición regalaría rosas amarillas, a menos que deliberadamente quiera manifestar sus celos y sus dudas. Las acacias, por otra parte, simbolizan un amor secreto, los claveles amarillos desdén, y los tulipanes amarillos un amor sin esperanza.
Luego hay flores que tienen significado por sí mismas.
Las orquídeas, por ejemplo, simbolizan la belleza, mientras que a las violetas se les atribuyen sentimientos de confianza, lealtad, modestia y humildad.
Un ramo de flores preparado con arte y esmero en una floristería siempre es una sorpresa que corta el aliento y produce en quien lo recibe un gran impacto, porque es difícil no sentirse halagado. Un arreglo floral es señal de que quien nos lo envía se ha preocupado de que algo hermoso llegue a nuestras manos. Y ya si las flores elegidas son orquídeas, no habrá duda alguna de que nuestro pretendiente no ha tenido ningún reparo económico para invertir en el regalo.
Pero no olvidemos que una flor es una parte de un ente vivo: la planta que la sostiene. Es por eso que muchas personas prefieren regalar plantas, sembradas en sus respectivos maceteros, para obligar a quien la recibe a cuidar de ella. El mensaje parece ser: toma, te entrego vida porque confío en que sabrás cuidarla. Pero aquí cabría preguntarse, ¿a la planta o a tu recuerdo? El lenguaje, sea cual sea, está lleno de matices e interpretaciones.