La exposición tiene lugar en un prestigioso centro cultural y librería de Barcelona llamado Mutt, se titula “Abstracción en el establo” y consta de nueve cuadros no figurativos de gran formato. El artista, Napoleón, exhibe por primera vez para el gran público.
Tiene apenas cuatro años y es, según Jacinto Antón, corresponsal de El País en la ciudad condal, “un frisón holandés de pura raza y color negro”, de apuesta estampa y mirada simpática a juzgar por la fotografía. Pinta sus lienzos cogiendo –mejor debería decir mordiendo- el pincel con los dientes y desde sus primeros pinitos en el campo del arte mostró un decidido rechazo por toda forma de realismo y una resuelta deriva hacia la abstracción.
Su descubridor, socio, empresario, colega y ayudante, el pintor y animador cultural Sergio Caballero dice que, al descubrir los primeros trabajos de Napoleón, en alguna caballeriza me imagino, advirtió que el joven aprendiz “hacía expresionismo abstracto tipo De Kooning” y decidió alentar su vocación y promoverlo.
Formaron una sociedad y, en efecto, los nueve cuadros llevan la siguiente firma indisoluble: “Napoleón & Caballero”. Trabajan de este modo.
Sergio prepara los bastidores y los lienzos y los fondos de los cuadros que, en estos nueve que se exhiben, son fotografías suyas de la ciudad portuguesa de Oporto entreveradas con los retratos de unos monitos titís vestidos como niños y tomados por un artista callejero de San Petersburgo.
Este panorama, imagino yo, estimula la inspiración de Napoleón, que procede entonces a imponer sobre aquellas imágenes su alegre floración multicolor de abigarradas formas lanceoladas, piramidales, movedizas o estáticas, agresivas o lánguidas, probablemente dando de tanto en tanto un relincho para que Sergio le cambie el pincel y los colores, o para expresar su contento o frustración con la tarea en marcha.
De los nueve cuadros, cuando Jacinto Antón visitó la muestra, ya se habían vendido dos, a 3 mil 600 euros (unos 4 mil 400 dólares) uno de ellos y el otro a 6 mil (unos 8 mil 800 dólares).
No es mucho, pero teniendo en cuenta que el expositor es todavía un absoluto desconocido, no está tan mal. Caballero le aseguró que esta ganancia se reparte equitativamente entre él y Napoleón, aunque, lógicamente, este último, en vez de recibir lo que le corresponde en billetes contantes y sonantes, lo recibe en alfalfa y otros condimentos afines a su naturaleza equina.
