Con gran satisfacción recibí la semana pasada la noticia sobre la publicación del nuevo libro del papa Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Desde su entrada en Jerusalén a la Resurrección, del cual ya se conocen algunos fragmentos. Entre ellos destaca la afirmación del Pontífice de liberar al pueblo judío de su responsabilidad en relación a la acusación de “deicidio” (el asesinato de Dios) que tanta muerte y sufrimiento causó a los judíos a lo largo de la historia.
En el análisis comparativo de los pasajes del Evangelio, relacionados con el juicio a Jesús, el Papa explica que no tiene fundamento hacer responsable al pueblo judío de su crucifixión. Sobre las palabras que aparecen en Mateo (27:25) “Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”, atribuidas al pueblo judío y que han constituido el referente textual para la acusación de “asesinos de Dios”, el Papa sostiene que no expresan un hecho histórico.
Evaluando detalladamente la información que aparece en los distintos evangelios, el líder católico considera que Juan y Marcos se hallan más cerca de la descripción histórica de lo sucedido.
En su visión, fueron los líderes del templo y los secuaces de Barrabás quienes pidieron la muerte de Jesús. Por lo tanto, no puede atribuirse esa responsabilidad a la totalidad del pueblo judío de aquella época, ni mucho menos a los judíos contemporáneos, tal como ha sido erróneamente interpretado durante más de mil 500 años.
Exegética y teológicamente hablando, las palabras de su santidad no son nuevas en la doctrina católica. Ya el Concilio Vaticano II estableció en 1965 que la muerte de Jesús “no puede ser imputada ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy (Nostra Aetate). Sin embargo, la interpretación del Papa es sumamente valiosa no solo por su alto valor exegético sino, además, como elemento educativo que puede llegar a todos los confines del orbe.
El mensaje del Papa tiene también la posibilidad de generar un impacto importante en todos los sectores católicos y ayudar de esta manera a combatir el antisemitismo y desterrar definitivamente la falsa acusación de que los judíos son “deicidas”, que tristemente sigue escuchándose todavía, incuso desde algunos púlpitos.
Esperemos que el nuevo libro del Papa sea acogido y estudiado por las masas católicas. Que puedan los fieles en su lectura, encontrar inspiración y guía y al reflexionar sobre los días finales de la vida de Jesús, tan llenos de significado para la tradición cristiana, desterrar de sus pensamientos toda forma de antisemitismo y discriminación de cualquier naturaleza.
La publicación del libro constituye un paso muy significativo en el avance de las relaciones judeo-cristianas. Que más allá de nuestras diferentes cosmovisiones podamos seguir por esa misma vía profundizando en un diálogo fecundo y respetuoso que nos lleve a hacer realidad nuestro deseo compartido de construir un mundo que refleje los valores que Dios nos ha legado.
