El gamonal, Pigozzi y su ´secretario´: Paco Gómez Nadal



Es bueno saber que la fortuna y el glamour son valores relativos. Por ejemplo, Ricardo Martinelli tiene bastante de lo primero y casi nada de lo segundo, pero cuando se encuentra con un hermanito mayor, se convierte en pueblerino invitado a fiesta de capital, se hace pequeñito y se arrodilla ante el verdadero glamour y la pingüe fortuna. Quizá es eso lo que le pasa a Ricardo cuando visita isla Canales... ¡Perdón! isla Simca, que la plata da hasta para rebautizar lo que la historia y los habitantes llamaban de otro modo.

Cuando va a ver a ese prócer de la ciencia y el conservacionismo llamado Jean Pigozzi, Ricardo no es nadie, porque nadie es el presidente de una república que permite que cualquiera llegue y robe tierras, y atropelle a sus ciudadanos por el simple hecho de ser multimillonario y tener de amigos a Catherine Z. Jones o a Sergey Brin... Por tanto, se comporta como el secretario presidencial que demuestra al millonario que en Panamá todo es posible... si se tiene la plata y los contactos necesarios.

Eso lo sabía David Murcia o Pablo Rayo Montaño, pero ellos se equivocaron de amistades y regalaron la plata a los bolsillos que no eran (o no soltaron la suficiente). Pero Pigozzi sabe cómo hacerlo. Barniza su soberbia de niño de papá creído con un supuesto proyecto de investigación científica; el STRI le da el lustre a la imagen de marca de un laboratorio con nombre original y equipos costosos; los famosos blindan al anfitrión que así aparece como un embajador de Panamá en el exterior (si Mireya lo sabe le quita el pasaporte a Sean Connery y se lo entrega a Pigozzi), y, por último, hace sentir bien a Ricardo Martinelli (si no hay nada más detrás de este negocio de gamonales y usurpadores de tierras) para que vaya con los gorilas policíacos a intimidar a los “peligrosísimos” vecinos de bahía Honda y El Pixvae.

La historia es esperpéntica, pero tiene más matices. Yo conocí isla Canales en febrero de 2009. No me invitó Pegozzi, no. Me colé fingiendo ser periodista científico. Pudimos ver ese mini Jurasic Park con trenecitos para desplazarse entre el bosque, robots en la profundidad del mar y mapas que indican las miles de hectáreas que tiene Pegozzi en la costa.

Canales es una fortaleza construida sin permisos, arrancando la arena de playas erosionadas para siempre y robando títulos. Pero en la cima está la casa a la que van miembros de las realezas europeas, millonarias como Martha Stewart, actores de la estela californiana y otra calaña similar, y los poderosos amigos del heredero de la fortuna lo protegen.

Mientras Pegozzi se dedica a diseñar ropa, coquetear con mujeres y aparecer en el mundo como “coleccionista de arte, filántropo y fotógrafo”, los habitantes panameños de bahía Honda y El Pixvae viven una realidad mucho más dura. Dejaron de ser pescadores por imposición con la creación del Parque Nacional de Coiba; las promesas de proyectos de “turismo sostenible” hechas en esa época por organizaciones conservacionistas de otro “filántropo” nunca se cumplieron; el alcoholismo y el desempleo carcomieron estas apacibles poblaciones, e, incluso, cuando una organización nacional empezó a trabajar con ellos y a denunciar la acumulación de tierras y las amenazas de Jean Pegozzi y de un par de exsocios de este, el amigo de Martinelli llamó a los donantes de dicha organización para que despidieran a la osada directora. Así lo hicieron.

La historia de los abusos de poder del gamonal Pegozzi no es nueva. La del acoso de El Pixvae y bahía Honda, tampoco. Es reiterada también la irresponsable actuación de científicos e instituciones como STRI que obvian la realidad con tal de tener nuevos ´juguetes´ y financiación para investigar... Lo que sí es absolutamente novedoso es que el Presidente de la República haga de matón y se presente en los pueblos amenazando a los habitantes y utilizando el presupuesto del Estado como moneda para el chantaje.

Sinceramente: no sé qué falta para que la mayoría de la población panameña se dé cuenta de quién le gobierna. Yo pensaba que nadie iba a vender Panamá más barato que lo hizo Martín Torrijos (la sonrisa y las licencias eran ´gratis´ en esa época)... ahora no solo se comercia con el país sino que se ensucia su historia y su conciencia.

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