Un riesgo que amerita una reflexión: Gloria Grifo de Rodríguez



“Autonomía y empoderamiento para niñas y mujeres” pide primera dama en la 69va Asamblea Mundial de la Salud de la ONU, “niñas y mujeres pueden tomar decisiones autónomas sobre su salud y así vivir libres de toda violencia, que influye en la reducción de infecciones de VIH”.

¿Cómo controlar la diseminación de las infecciones VIH/sida “dando autonomía y empoderando” a niñas? ¿Mostrándole una amplia gama de opciones sexuales, tanto heterosexuales como homosexuales, explicándoles que tienen “derecho a goce de su sexualidad” y que todo se controla con un condón, una píldora o inyección anticonceptiva? Con estos esquemas de educación sexual, ¿qué país ha obtenido resultados exitosos?

Como referencia, en Estados Unidos, con cifras extraordinariamente altas en las tasas de embarazos en adolescentes, levemente por debajo de las de Haití, se debate si la libertad sexual en adolescentes es algo positivo o negativo, y si la información sobre el uso de métodos anticonceptivos como el preservativo, la píldora anticonceptiva, el anillo vaginal o los anticonceptivos de emergencia reducen o incrementan las posibilidades de embarazos o ETS en los jóvenes.

La exministra de Educación Lucy Molinar implementó programas exitosos como “Dejando Huellas”, “Aprendiendo a querer” y “Escuelas para Padres” que incentivaron los valores morales involucrando a los padres en la educación de sus hijos, dando resultados muy positivos. En el año 2012, según la Contraloría General de la República, los nacimientos de niños en mujeres entre los 10 a 19 años fueron 15 mil 206. Un año después, según el Ministerio de Salud, las cifras de embarazos en niñas y adolescentes bajaron a 10 mil 152 casos; pero luego suspendieron los programas y subieron nuevamente a 10 mil 735 embarazos en 2014 y 10 mil 936 en 2015. ¿Por qué, con resultados tan positivos, se eliminaron esos programas?

Detrás de la tragedia de menores embarazadas no está solamente la travesura e ignorancia de dos adolescentes. En Panamá una de cada cinco embarazadas es adolescente y en el 70% de los casos, el padre tiene más de 20 años. Hay mucho abuso de menores, estupro, incestos, violaciones, prostitución y múltiples situaciones que se soslayan con mucha frialdad. ¿Por qué no endurecer las leyes para perseguir a los abusadores de niñas?

Si en realidad lo que se busca es reducir las cifras de embarazo en adolescentes, se deben proponer programas exitosos y que no ameriten de una propuesta de ley riesgosa que pone en peligro los valores morales y familiares. El proyecto 61 impone un programa obligatorio de educación sexual integral (ESI) “genitalizada”, basada en una ideología de género nociva, que desconoce a los padres de familia en su rol de primeros educadores y amenaza la inocencia de los niños con información sexual explícita no apropiada a su edad. El diputado Crispiano Adames y los miembros de Aplafa, filial de International Planned Parenhood Federation, hicieron cambios cosméticos al proyecto de ley, manteniendo intacta la propuesta de ESI, cuyo marco de referencia lo podrá encontrar en esta dirección: http://www.ippf.org/system/files/ippf_framework_for_comprehensive_sexuality_education_spanish_0.pdf Los invito a buscar ¿donde habla de moral, amor, compromiso o familia? Solo se menciona: genero, salud sexual y reproductiva, ciudadanía sexual, placer, violencia, diversidad y relaciones. Cada punto muy bien explicado.

El evitar el aumento de embarazos en adolescentes y las enfermedades de trasmisión sexual, no se resuelve dando autonomía y empoderamiento a niñas y mujeres, sino denunciando las conductas de riesgo. La promiscuidad sexual es una conducta riesgosa, igual que las relaciones sexuales no convencionales. Legalizar la prostitución y privilegiar a los grupos LGTBI sería un peligroso precedente. Incoherente que esas relaciones en vez de denunciarse, se promuevan, peor aún, cuando se pretenda resolver dando autonomía y empoderamiento (libertad sexual fuera de la autoridad paterna) a niñas.

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