´El gran dictador´: A. Linette Taboada F.



En estos tiempos, en los que se esconde la verdad de las palabras en tantos sitios jamás pensados, quiero compartir con ustedes, y porque me parece oportuno en estos momentos que se están viviendo, algunos fragmentos que considero los más sobresalientes del genial discurso de Charles Chaplin en su película El Gran Dictador de 1940.

Para los que lo conocen, siempre es grato volver a repasarlo y saborear cada línea, y para los que todavía no han tenido la oportunidad de ojearlo se los recomiendo; se darán cuenta de que aún hoy día, después de más de 70 años, el contenido del discurso final permanece vigente.

En todos estos años el mundo ha cambiado mucho en materia tecnológica, científica, de descubrimientos, etcétera, pero muy poco en materia política y en los verdaderos propósitos de los políticos para con sus pueblos.

Los dictadores de hoy han embellecido sus alocuciones, pero sus intenciones son las mismas de antes: perpetuarse en el poder al precio que sea.

Nosotros los panameños, que vivimos la época de la dictadura militar y su desmantelamiento, además del establecimiento de nuestra democracia, tenemos la obligación moral como ciudadanos de cuidar esta democracia y la institucionalidad del Gobierno.

La transformación de Panamá de ese gobierno autoritario y rígido, de régimen militar a un país democrático, nos costó sangre, sacrificios y una intervención extranjera cuyos resultados ya todos conocemos. Mal podemos, entonces, permitir que hombres vestidos de políticos, en nombre del pueblo y sus necesidades, se apoderen del país y de todo lo que hay en él, con esa nueva forma democrática de perpetuarse llamada “reelección”. (Con una máscara de constitucionalidad).

En este discurso Chaplin, parodiando y contradiciendo a Hitler, se dirige al pueblo para decirle: “no os dobleguéis, no sois máquinas ni ovejas, sois libres”. “Lo siento... pero yo no quiero ser Emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible”. Así, en este tono empieza Chaplin el famoso discurso y sigue:

“... El odio pasará, y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el hombre exista, la libertad no perecerá”.

“... Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro, y a la vejez seguridad. Pero bajo las promesas de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron, nunca han cumplido sus promesas ni las cumplirán. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia”.

Es increíble ver cómo un discurso de comienzos de la Segunda Guerra Mundial puede estar tan actualizado con las realidades que viven muchos países en el mundo entero, incluyendo el nuestro.

El humanismo que se refleja en estas líneas demuestra la importancia que para él tenía, por sobre todas las cosas, la felicidad y el bienestar del hombre dentro de la sociedad. Ese último párrafo describe los mismos problemas sociales, las falsas promesas, las desilusiones, las luchas que vivimos hoy día, tanto hombres, jóvenes, como los adultos mayores.

Pareciera que Chaplin se hubiera ubicado en estos tiempos a la hora de escribir su discurso y que estuviera dirigido a todos nosotros, incluyendo a nuestros gobernantes, para que no se aparten del camino para el que fueron elegidos. Aún están a tiempo de enmendar sus errores y cumplir sus promesas.

Y como bien dice el final del discurso.... “En nombre de la democracia, debemos unirnos todos”.

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