De la mano izquierda, a la derecha: Kevin Harrington-Shelton



Tiene sus bemoles esa manía de don Ricardo Martinelli de hacerlo todo a la vez (con tal de comprometer legalmente bajo su mandato el desembolso del erario, hacia el bolsillo de los donantes de sus campañas), independientemente de si el gasto es realmente necesario, si está pagando de más, o si tendrá la inspección indispensable a un trabajo ejecutado eficazmente, pero siempre con esas adendas inflacionarias que hoy parecieran de rigor, para embaucar a la opinión pública acerca del verdadero costo de lo que sufragan los contribuyentes. Cabría evaluar si se está en capacidad de coordinar tanto movimiento a la vez.

Porque, con demasiada frecuencia, la mano derecha no sabe qué hace la mano izquierda. Una clara ilustración de esto lo constituye lo que hoy acontece en Chiriquí con el impactante sistema de riego llamado Remigio Rojas. Para su modernización (ya preexistía) se desembolsaron casi $80 millones, sin saberse cuánto debió costar. Cuando en su primer dedazo a Odebrecht el presidente Martín Torrijos le otorgó su reactivación, se estimó en casi $40 millones. El regadío no operará solo por gravedad, pero al menos sus costosas bombas eléctricas sí funcionan bien. O, mejor dicho, funcionaban. Porque ahora –en pleno verano– no tienen agua. Huelga decir que es justamente en verano que sus usuarios necesitan de un regadío.

Y no es solo que ha dejado de llover. Este sistema en la costa de Alanje se surte del mal llamado río Chico. Este curso hospeda hoy a 10 otros nuevos megausuarios industriales, además de las pequeñas poblaciones y explotaciones agroganaderas que atiende desde siempre. El también llamado río Piedra es uno de los más veloces del mundo porque baja del Volcán Barú casi en línea recta, y ello lo hace atractivo para la generación eléctrica. Sobre él ya operan cinco hidroeléctricas privadas (Macho de Monte, Macano, Concepción, Pedregalito I y Pedregalito II), están en construcción otras tres (490, Perla Norte y Perla Sur), y solo Dios sabrá cuántas otras licencias se habrán concesionado sobre sus aguas.

Como bien dijo doña Silvia Carrera al ilustrar a la Asamblea sobre Barro Blanco (problema “indígena” al que se le viene dando largas), las presas acaparan agua. Tan solo por poseer este conocimiento empírico el señor Presidente debiera nombrar a la señora cacica en la Autoridad Nacional de los Servicios Públicos, la que sin sentido común autorizó dichas hidroeléctricas después de que el Gobierno invirtiera en el sistema de regadío. Y varias durante la administración Martinelli. Pero, como para arribar a la cordura hoy hay que esperar a que haya varios muertos, lo único predecible es que el problema se le dejará al próximo gobierno.

Quienes comemos tres veces al día estamos en la obligación de velar por quienes no comen, y la mejor manera de hacerlo es promoviendo un estado de derecho que funcione como debe: con sentido común.

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