Hamlet se ha convertido en un símbolo que describe a aquellas personas "que por deliberar intensamente sus actos, tienen muchos obstáculos para tomar acciones rápidas y decisivas". Una de esas deliberaciones está plasmada en los muchos soliloquios y monólogos que contiene la obra de Shakespeare, entre los cuales está la frase escogida como título de este escrito: "Algo está podrido en Dinamarca".
En efecto, parafraseando el dramático soliloquio del príncipe Hamlet, hoy nos atrevemos a decir, con toda propiedad, que algo está podrido en el Sistema de Justicia de Panamá. Y no sólo en el de la Justicia.
Examinemos el caso hipotético de un paciente que tiene el antecedente de haber tenido embolias (coágulos) pulmonares y cerebrales, por haber padecido de trombosis (coágulos) en las extremidades inferiores y que se queja de un fuerte dolor de cabeza. Debo añadir que para evitar la formación de nuevas trombosis, estaba recibiendo anticoagulantes (heparina o cumadín). El médico decide hospitalizarlo para estudiarlo mejor. Al día siguiente, el paciente cae en un estado de profundo sopor. Si el médico se limitara a inyectarle un potente analgésico no le resolvería la causa de su mal, que resultó ser un "hematoma subdural" (acumulación de sangre dentro del cráneo), producto de una caída con golpe en su cráneo, que sufrió algunos días antes. El diagnóstico se alcanzó gracias a que se le practicó una tomografía axial computarizada (CAT, por sus siglas en inglés).
Lo primero que hay que hacer es suspender los anticoagulantes, mejorar la coagulación de la sangre y prepararlo para que un neurocirujano le abra el cráneo y extraiga el "hematoma".
Pero eso no es todo. Queda el problema acerca de lo que se debe hacer para prevenir y evitar que se repita el hematoma, pero además debe prevenir que la trombosis en sus extremidades inferiores le vuelva a producir embolias cerebrales y pulmonares.
Ante el desastre de lo que está ocurriendo en la llamada Corte Suprema de Justicia, hay que tomar medidas de urgencia y medidas definitivas.
Las primeras fueron suspender los anticoagulantes y mejorar la coagulación de la sangre. Segundo, operarle lo más pronto posible. No hacer como Hamlet que "por deliberar intensamente sus actos, tiene muchos obstáculos para tomar acciones rápidas y decisivas".
No basta con un simple "quítate tú para ponerme yo". No basta con suspender la anticoagulación y administrarle plasma fresco que contenga sustancias que favorezcan una coagulación normal.
Hay que, simultánea y paralelamente, tomar otras medidas preventivas y curativas para evitar que "la historia se repita en espiral". No voy a detallar aquí y ahora, lo que hacen los médicos, en las circunstancias que describí en el caso-ejemplo.
Lo que sí voy a hacer ahora es señalar el camino que, simultánea y paralelamente, debemos comenzar a transitar todos juntos.
Lo digo sin ambages: ¡La Constituyente es el camino!
¿Es viable hoy día? Una Asamblea Constituyente Originaria es un problema de naturaleza política. No es suficiente que se la quiera, que se la proponga, que se la justifique y que se la exija.
Su viabilidad está condicionada (ya lo han dicho otros con más conocimientos y autoridad que yo), por la magnitud de los problemas que confronta el país, por el grado de erosión, de credibilidad y de vulnerabilidad política de los gobernantes, de la fuerza política real de los partidos políticos, de la organización de la llamada "sociedad civil" y de las iglesias, así como de otros grupos que emerjan o se fortalezcan ante el empantanamiento en el cual estamos inmersos por el grado de corrupción de la mayoría de nuestras instituciones.
A quienes afirman que la Constituyente Originaria es un golpe de Estado, les respondo con palabras del Dr. Miguel Antonio Bernal: "confirman el desconocimiento del contenido y del alcance histórico del Poder Constituyente Originario y también, su profundo desprecio al desarrollo contemporáneo de la democracia participativa y a la urgente necesidad de ponerle más pueblo a la democracia".