Cuenta la mitología que Sísifo le roba el fuego (conocimiento) a los dioses para dárselo a los humanos, esta acción le merece una condena por parte de los supremos, deberá rodar una gran roca en una cima empinada, todos los días, a sabiendas de que cuando llegue a la cumbre la piedra volverá a rodar a su lugar original.
A través de la historia ha existido una férrea lucha de las sociedades por trasmitir, por diversos medios, a las nuevas generaciones valores, costumbres y técnicas. Las prácticas educativas son tan antiguas como la misma humanidad y han evolucionado a través de los años. Hoy estamos ante una encrucijada magna que nos hace replantearnos nuestra caótica situación, los docentes nos reflejamos en el personaje de Sísifo, ya que tenemos que rodar la gran roca, una y otra vez, todos los días en contra de los gobiernos de turno, amparados por los organismos económicos internacionales que promueven una educación tecnicista en detrimento de una educación para la ciudadanía, los mass media que no gozan de argumentos de validez sobre el tema educativo y la sociedad civil, que se deja manipular por lo que escucha y percibe, sin involucrarse.
Hay tres momentos importantes para discernir sobre el problema educativo, el primero es descartar la malísima evaluación sacada por nuestros estudiantes en las famosas pruebas Pisa, porque es obvio que nuestros estudiantes se vean desmejorados en sus resultados, cuando un país como el nuestro se enfrente ante economías sólidas como Finlandia, Singapur, Japón, etc.
El segundo es la poca probidad de las dirigencias magisteriales, obsoletas y antidemocráticas. Son los mismos dirigentes que por años se perpetúan en el poder, se creen infalibles o piensan que no hay personas preparadas para llevar a cabo la labor de ser mediadores entre los docentes y el Ministerio de Educación. Si no gozan de la aprobación de los docentes, deben declinar y dejar la dirigencia en manos de personas capaces e independientes.
Por último, y el eslabón más importante, está la actitud de muchos padres y madres de familia a quienes no les interesa en absoluto el estado académico de sus hijos; nunca se les ve en las reuniones que se hacen en los centros educativos, excepto si se les paga la beca universal; no apoyan a sus hijos para que la labor docente se extienda a los hogares, lo que se refleja en los mismos estudiantes sin motivación por aprender. Todo esto es producto de una desidia generacional, montada por los gobiernos paternalistas que, de una u otra forma, promueven que los pueblos vivan sujetos a ellos para beneficios politiqueros.
Como diría Michel Foucault: Todo sistema de educación es una forma política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes que implican.
