En el campo las palomas titubú caminan de un lado para otro, mientras escarban el suelo en busca de algo qué comer.
Muy cerca de ellas, una vieja trampa hecha de madera y alambre para gallina, a la que los campesinos llaman “tapón”, deja ver dentro de ella unos granos de maíz que servirán de carnada para atrapar a la primera ave que se atreva a meterse en ella.
Pero, de pronto, la bandada alza vuelo, asustada por el grito de un campesino que en un monte cercano se da ánimos para continuar la jornada.
Y es que por años el hombre del campo utiliza el grito como un modo de liberación, de júbilo, e incluso de comunicación entre ellos, cuando la faena aprieta y el sol calienta.
ORÍGENES
El origen del grito campesino es incierto, aunque lo poco que se sabe es que siempre ha estado ligado a las juntas de embarra, socuelas y a las actividades festivas que todavía se celebran en el interior del país.
Antes de su muerte, Rodrigo Escobar Tamayo, quien dejó el catálogo más grande de discos de música típica popular panameña, definió la gritadera y el grito como un estilo melódico, eminentemente gutural, que no necesita de ningún acompañamiento musical para su interpretación.
En su momento, Escobar Tamayo indicó que este se caracteriza por la expresión melódica y alegre, con ritmo y tonalidad, donde se sube y baja al momento de emitir las notas musicales.
Al gritar, cada persona pone de manifiesto su propio estilo, aunque sin apartarse de las normas no escritas que están presentes en la mente del gritador y de quienes lo escuchan.
Los campesinos de las provincias de Herrera, Los Santos y Veraguas son quienes más utilizan el grito durante el duro trabajo en el campo, utilizando sus variantes, como el grito vaquero, el montañero, bajeño, gorgorea, de quema y el montañero.
“El grito bajeño es el más popular”, no duda en afirmar Rogelio De Gracia, miembro del dúo de gritadores “Los hermanos De Gracia de Guarareíto”.
“Este es un género donde se tiene que mantener un buen compás y tonalidad para lograr una excelente melodía”, afirma De Gracia, quien en los últimos años ha servido a las escuelas y colegios del área como instructor voluntario, todo con el propósito de que no se extinga esta forma de expresión del campesino panameño.
MÚSICA TÍPICA
Con el pasar de los años el grito salió del campo y llegó hasta la música típica popular panameña, siendo sus mayores expositores el timbalero Andrés Nazario Navarro, el tumbero René Espinosa, y los churuqueros Miguel Díaz y Rufino García.
A Navarro, conocido como El Chap de Parita, se le puede escuchar en las canciones de hace unos años del conjunto Los Montañeros, del músico Alfredo Escudero, cuando con su grito le imprimía alegría y le daba personalidad a esta agrupación musical. Espinosa, Díaz y García hicieron lo propio en los conjuntos musicales de Alfredo Escudero, Ulpiano Vergara y Dorindo Cárdenas, respectivamente.
El grito es la manifestación vehemente de un sentimiento general, mientras que para el orejano, hombre de la campiña interiorana, también ha sido un desahogo e incluso una forma de comunicarse, sostiene el sociólogo Milciades Pinzón. “Grita el hombre entre la soledad de los cerros para sentir que no está solo e incluso adquiere ribetes políticos para indicar la lucha por la libertad, como fue el caso del 10 de noviembre de 1821 cuando se dio el grito de independencia de La Villa de Los Santos.
Simplemente es hacer música con la cavidad bucal y las cuerdas vocales”, afirma Pinzón. El grito está muy ligado a eventos festivos, en donde se practica el llamado “grito gorgorea”, el cual permite al gritador desafiar a su contrincante e incluso lucirse ante el público que lo observa. Por eso la modalidad que asume el grito campesino también expresa identidad y ha contribuido a darle lustre a la cultura nacional, concluyó el sociológo.
