Una vida de sombras

Una vida de sombras

El hombre blande un machete y arenga a una multitud desde un atril en el centro de convenciones Atlapa, la tarde del 30 de abril de 1988. “Ni un paso atrás”, exclama. Se refiere a la  “agresión” de la que dice ser víctima él y el país por parte de Estados Unidos (EU), que “no quiere” entregar el Canal, tal como lo estipulan los tratados Torrijos-Carter. Pero la consigna suena vacía, más parece una amenaza a los panameños que lo adversan y que lo acusan de dictador, asesino y tirano.

Él no va a irse, como se lo pide la oposición, los gremios empresariales, y EU, cuya justicia lo ha encausado por tráfico de drogas. Le han mandado negociadores, le han planteado perdonarle los cargos y un exilio dorado. Él dice “no”.

Manuel Antonio Noriega Moreno, el último “hombre fuerte” de Panamá, perdería al final ese pulso una madrugada de diciembre de 1989 mientras huía de las bombas que sobre el país le arrojaban sus enemigos, sus antiguos aliados.

EL ORIGEN

En Yaviza, Darién, los vecinos decían que estaba la tumba de María Moreno, su madre. Rito Sotero Rudas, viejo líder popular del lugar, aseguraba que Noriega había nacido allí y no en la ciudad de Panamá, el 11 de febrero de 1934.

Su padre, el contador Ricaurte Moreno, no fue relevante en su vida. A los seis o siete años, luego de  morir su madre, Noriega llegaría a la capital  y lo criaría allí una tía, “mama Luisa”, en un caserón de El Terraplén, en calle 15 Santa Ana o Guachimango.

“Introvertido y callado” lo recordaba Fernando Manfredo, compañero suyo en la Escuela República de México donde hizo la primaria. En el Instituto Nacional, de la mano de su medio hermano Luis Carlos Noriega, entraría en la política. En el anuario de su promoción, en 1955, decía que quería ser presidente. También quería estudiar medicina, pero solo lograría formarse como laboratorista clínico. Su viejo compañero institutor Boris Martínez lo alentaría después a seguir la carrera militar.

Su hermano Luis Carlos, destinado al Consulado de Panamá en Lima, Perú, lo ayudó a entrar en la Escuela Militar de Chorrillos en 1958, de la que se graduó como ingeniero militar. Regresó a Panamá en 1962 y se unió a la Guardia Nacional. Ascendido a subteniente, lo asignaron a la provincia de Colón bajo el mando del joven mayor Omar Torrijos Herrera. 

Noriega protagonizó incidentes que obligaron a Torrijos a trasladarlo a Chiriquí y luego a Bocas del Toro. Torrijos lo asignó después a vigilar y controlar los sindicatos bananeros y allí Noriega halló su vocación. En un curso de contrainteligencia en la Escuela de las Américas, en la extinta Zona del Canal, logró un “sobresaliente”.

“Noriega poseía la extraña habilidad de absorber información, apreciar las opciones del adversario y anticiparse. La sección de inteligencia de Chiriquí, bajo Noriega, fue la primera que se organizó y se convirtió en el modelo para el G-2 nacional”, comenta John Dinges en Nuestro hombre en Panamá.

Tras lograr un ascenso, conoció a Felicidad Sieiro, quien se convertiría en su esposa y madre de sus tres hijas: Lorena, Sandra y Thays.

El golpe de Estado del  11 de octubre de 1968 contra el recién instalado presidente Arnulfo Arias Madrid lo favoreció. Los arnulfistas chiricanos se organizaron en precarias guerrillas contra el golpe militar y a Noriega le tocó coordinar la represión.

El 16 de diciembre de 1969, otro grupo de militares intenta darle un golpe a Torrijos, ya general y comandante, quien estaba fuera del país. Noriega fue clave para permitirle a Torrijos su regreso. Después de esto Noriega se consolidó en la organización y jefatura del G-2 y en el proyecto torrijista.

“Hay cuatro clases de informaciones: la blanca, que es aquella que conoce todo el mundo y que puede salir en los periódicos; la gris, que es la que no puede publicarse porque se refiere a la vida privada de personas y familias; la negra, que es la que solo sabemos Noriega y yo; y otra, de no sé qué color, que solo sabe Noriega”, había dicho Torrijos sobre Noriega, según Jorge Eduardo Ritter.

Aunque negó una y otra vez haber estado desde su juventud en la planilla de la CIA, Noriega admitió haber coordinado trabajos con la agencia estadounidense. Durante los conflictos centroamericanos de la década de 1980 y sirviendo de agente múltiple entre la CIA, los cubanos y los soviéticos, habrían surgido sus contactos con los cárteles  de la droga.

CAMBIO Y PODER

Torrijos falleció en 1981 en un accidente aéreo y de inmediato se desató una pugna por la sucesión del poder militar en Panamá. En 1983, Noriega se encumbra como general, comandante, transforma la Guardia Nacional en las Fuerzas de Defensa y se vuelve el hombre más poderoso del país.

En 1985 ocurre el asesinato de Hugo Spadafora, exviceministro de Torrijos. Spadafora había anunciado que probaría el vínculo de Noriega con el narcotráfico. El país se conmociona. Y a comienzos de junio de 1987, cuando fuerza la jubilación del jefe del Estado Mayor, Roberto Díaz Herrera, primo de Torrijos, este contraatacaría y acusaría a Noriega de fraude, corrupción y del homicidio de Spadafora.

EU encausa al general por colaborar con los cárteles de Medellín y Cali, y este se atrinchera en el poder. Sobrevivirá a dos intentos golpistas, el segundo saldado con el fusilamiento de sus perpetradores; producirá la anulación de las elecciones de 1989, se desdirá de un acuerdo con EU para dejar el cargo, enfrentará el aislamiento y las sanciones económicas de Washington, y desoirá los consejos de expresidentes latinoamericanos y de la OEA para poner fin a la crisis.

OCASO Y  FIN

En diciembre de 1989, tropas de EU invaden el país para capturarlo y destruir su régimen. Noriega se entrega en enero de 1990 y es sometido a juicio en Florida, donde lo condenan a 40 años de prisión, pena que rebajará por buena conducta. En prisión dijo que se convirtió al cristianismo (el 24 de octubre de 1992) y en diciembre de 2011 regresó a Panamá, después de estar casi un año preso en París, tras su liberación en EU, por otros casos de lavado de dinero.

Recluido en la cárcel El Renacer, esperará los juicios que tenía pendientes, más las condenas de unos 20 casos fallados en su ausencia, como la del crimen de Spadafora, dictada en 1993.

La necesidad de un tratamiento para un tumor en el cráneo que lo aquejaba  hizo que la justicia le aceptara, en diciembre de 2016, un depósito domiciliario.

El 7 de marzo se sometió a dos cirugías cerebrales tras las cuales permaneció en coma inducido hasta que  finalmente, el 29 de mayo, fue desconectado de los aparatos que lo mantenían con vida. Ha muerto el dictador a los 83 años de edad. 

(Fuentes: Nuestro hombre en Panamá, John Dinges; Los secretos de la Nunciatura, Jorge Eduardo Ritter;  An american prisioner, Peter Eisner-Manuel Noriega; Noriega, toda la verdad, Frederick Kempe; “Hostile Acts: U.S. Policy in Costa Rica in the 1980”, Martha Honey; Revista Semana, archivo de La Prensa).

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