Un sombrero muy apreciado por los santeños es el de junco.
Lo usan para el trabajo, el diario, las fiestas patronales y para ocasiones especiales.
Se hacen finos y ordinarios. Pese que el santeño es quien más usa el sombrero pintao, es el de junco el que más confecciona la artesana santeña.
Es un tejido difícil de hacer, porque en vez de utilizar, por ejemplo, 13 pajitas o fibras, se tienen que usar 13 pares, es decir, doble paja, cara con cara.
Todo se debe a que el junco es un tallo esponjoso por dentro y liso por fuera.
Después de hacer todo un procedimiento para sacar la fibra, el tallo seco se raja con una aguja y se le retira la parte lisa, quedándole una cara brillante y la otra opaca.
Para que esa parte opaca no se vea cuando se hace el tejido o la crisneja, se le aplica otra pajita lisa, quedando las caras lustrosas hacia afuera.

Faena
“Es una faena dura de hacer”, señala Paula Sánchez de Guevara, de Villa Lourdes de Los Santos, más cuando se tiene que hacer un tejido fino y la vista no la acompaña. Ella aprendió el oficio a la edad de 8 años.
Son mujeres de más 10 comunidades de los distritos de Las Tablas, Guararé, Los Santos, Macaracas y Tonosí las que se dedican a esta labor, y otras más han dejado la confección de esta artesanía por los tejidos de marcado, pajita y calado de las polleras.
En Bajo Corral de Las Tablas están Teodolinda Serrano y Audina Medina, dos artesanas y cuñadas que se han dedicado desde los 12 años de edad a la sombrerería y que tuvieron como maestras a sus respectivas abuelas Natividad Serrano y Gumercinda Delgado.
“La tradición de tejer sombreros se está perdiendo”, comenta Audina, quien añade que solo tres mujeres de Bajo Corral hacen esta labor.
Las más jóvenes han dejado este arte por las labores de la pollera, porque se paga mejor. Además de que escasea el junco.
Cerca de Bajo Corral está Las Lagunitas; allí está Dalvis Domínguez y su madre Ángela Domínguez, alumna y maestra.
Ambas damas se ayudan y sus esposos también colaboran a la hora de ir a cortar la materia prima durante la luna.
Técnica
La técnica santeña de procesar el junco es diferente a otros lugares.
Lo cortan en cuarto menguante para que la fibra dure más, lo curten una noche en agua de quebrada o río para que no se veragüe y quede flexible, después lo ponen un día o dos al sol para que quede verde, y si desean que el junco quede amarillo o crema lo asolean una o dos semanas.
La crisneja para un sombrero de junco santeño demora un mes en tejerse y de 15 a 20 días en coser la prenda.
Cuando es la estación seca en Panamá, las artesanas deben tener cerca una vasija con agua para remojar la fibra y seguir tejiendo.
Un accesorio de estos tiene un valor de hasta de 400 dólares si es de lujo; 220 dólares si es para el trabajo, dependiendo además de las vueltas y del grosor del tejido del sombrero.
Conozca más sobre estos y otros sombreros panameños a partir del 30 de julio, cuando saldrá el álbum coleccionable de 32 láminas titulado Los sombreros de mi Panamá, en este diario.

