“Civilista visto, civilista muerto”... Esta era la consigna que se repetía en los cuarteles de las Fuerzas de Defensa de Panamá a la tropa que salía a reprimir las multitudinarias marchas de la Cruzada Civilista, entre 1988 y 1989. Sin embargo, a pesar de la represión, pudieron más las banderas blancas que los perdigones, las bombas y la tortura.
En aquellos días, las marchas salían usualmente de los predios de la Iglesia del Carmen, la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá, la Plaza 5 de Mayo y la calle 50. En esos sitios, miles de panameños hacían ondear banderas blancas, tocaban pailas, mientras que los conductores hacían sonar sus bocinas en rechazo a la dictadura militar.
Se trataba de marchas que se extendían por varios kilómetros y en las que desde los balcones se lanzaban papeles blancos y se gritaban consignas contra los militares.
Hoy, 37 años después, Aurelio Barría, miembro fundador de la Cruzada Civilista, recuerda que el movimiento surgió el 9 de junio de 1987 como una reacción espontánea de los diferentes sectores de la sociedad panameña. Diferentes gremios profesionales del país (educadores, médicos, empresarios, obreros, representantes de los sectores productivos del agro panameño, estudiantes universitarios y ciudadanos en general) acogieron el clamor de las calles: justicia, libertad y democracia. Ya para esa época, la dictadura militar, instaurada a partir del 11 de octubre de 1968, cumplía su mayoría de edad en el poder, unos 18 años.
El detonante −según Barría− fueron las publicaciones hechas el 7 de junio de 1987 por el diario La Prensa sobre las declaraciones hechas por el entonces coronel de las Fuerzas de Defensa, Roberto Díaz Herrera, quien acusó al general Manuel Antonio Noriega (q.e.p.d.) de estar involucrado en el narcotráfico y ser responsable de la muerte y desaparición de adversarios políticos, como el del médico Hugo Spadafora Franco.
En su declaración del día 6 de junio de 1987, Díaz Herrera aseguró que en su casa se fraguó el fraude del 6 de mayo de 1984, dijo que tenía pruebas de que Noriega ordenó asesinar a Spadafora y que este participaba activamente del tráfico de drogas con los carteles colombianos. Además, que este ordenó la renuncia del presidente de la República, Nicolás Ardito Barletta, luego de que este anunciara la creación de una comisión investigadora para esclarecer el crimen de Spadafora.
Días después de las declaraciones de Díaz Herrera, un grupo de militares rodeó su casa y el 27 de julio fue arrestado, junto a varios oficiales leales y algunos familiares. El 24 de diciembre de 1987 fue exiliado a Venezuela.
Barría dice que en ese momento decidieron reunirse “para analizar qué acciones podíamos tomar ante tan graves revelaciones y formar un movimiento nacional de repudio”. Así, el 9 de junio de 1987, justo cuando se cumplían 16 años del secuestro y asesinato del sacerdote católico Héctor Gallego en las montañas de Veraguas, nace o toma forma el movimiento de resistencia civil, que exigió el esclarecimiento de varios crímenes cometidos durante la dictadura, entre ellos el de Spadafora y Gallego.
En esa reunión estuvieron presentes el entonces arzobispo de Panamá, Marcos Gregorio Mcgrath (q.e.p.d.), el sacerdote jesuita Fernando Guardia Jaén (q.e.p.d.). “Allí concluimos que era necesario que se iniciara una investigación independiente sobre las declaraciones hechas por Díaz Herrera y la separación del cargo de Noriega”, relata.
Una de las primeras acciones adoptadas por la Cruzada fue llamar a una serie de movilizaciones a nivel nacional para expresar su rechazo a las actividades de Noriega y los miembros de las Fuerzas de Defensa.
“La Cámara de Comercio, Industrias y Agriculturas de Panamá se convirtió en nuestro bastión de lucha”, recordó Barría. Desde allí se realizaron muchas reuniones para coordinar las acciones que se harían en las calles, agrega.
Mery Alfaro, otra de las fundadoras del movimiento, asegura que la participación de las mujeres en las jornadas de protesta fue fundamental.
“Nosotras nos encargamos de hacer las convocatorias para las marchas, en aquella época no había celulares, WhatsApp, Instagram ni TikTok, así que tomábamos los directorios telefónicos y nos repartíamos las páginas para llamar número por número”, cuenta.
Alfaro reconoce que cuando contactaban a una oficina de una empresa o un banco había un efecto multiplicador. Solo bastaba una llamada para motivar a cientos de personas, amigos y familiares de los que allí trabajaban.
Dice que hubo una acumulación de factores que llevaron a la explosión social aglutinada en la Cruzada Civilista, entre los que menciona la lucha de los gremios de educadores contra la reforma educativa presentada por el gobierno a inicios de 1980.
Para Alfaro, el éxito de la Cruzada Civilista estuvo en que los partidos políticos y organizaciones sociales que participaron en ella depusieron sus intereses y unieron esfuerzos para sacar el país adelante, “bajamos las banderas políticas y levantamos el pañuelo blanco”.
En tanto, César Tribaldos, también miembro fundador de la Cruzada, expresa que entre otros factores que originaron la explosión social estuvieron el fraude de las elecciones de 1984, en las que el Partido Revolucionario Democrático (PRD) “derrotó” por 1,713 votos a la Alianza Democrática de Oposición (ADO) encabezada por Arnulfo Arias Madrid, el asesinato de Hugo Spadafora Franco y el estado de corrupción existente.
Tribaldos dice que fue una acumulación de hechos que fueron confirmados por Díaz Herrera y que entonces todo “explotó”. Esas situaciones lograron que profesionales, obreros, empresarios se rebelaran, algo así como lo ocurrido en noviembre del 2023 con el contrato minero, añade.
El médico Carlos Abadía, también miembro fundador de la Cruzada Civilista, coincide con Tribaldos, al señalar que no se trató de un solo hecho el que causó el estallido social, que llevó a la gente a las calles. Abadía recordó que el objetivo del movimiento era rescatar al país ante situaciones como la inseguridad y la corrupción.
Por su lado, la educadora Alicia Franco recalca que los grupos de educadores al inicio tenían dudas sobre la Cruzada Civilista. “No sabíamos quién era Aurelio Barría y tampoco conocíamos al resto de los miembros, pero lo que nos hizo decidir fue el endoso que la Iglesia Católica dio al movimiento y la crisis del país se agudizaba cada día”, enfatizó.
En ese momento “crucial decidimos sumarnos a la lucha, tomamos las calles pacíficamente y logramos arrinconar a los militares con los pañuelos blancos”, recuerda.
Fue un gran movimiento que debe ser mantenido en la memoria de los jóvenes, para que entiendan que “juntos podemos hacer la diferencia ante un régimen opresivo, no nos arrepentimos y lo volveríamos a hacer”.
