Las elecciones generales en Nicaragua, en las que el presidente Daniel Ortega aspira a su tercera reelección consecutiva, sin contrincantes que le puedan hacer sombra, comenzaron con una buena afluencia de votantes y el llamamiento de la Iglesia Católica a no participar en el boicot al que llamaron los sectores más duros de la oposición.
Un total de 3.8 millones de votantes estaban llamados a sufragar en unos comicios cuya legitimidad está en cuestión debido a los movimientos llevados a cabo en los últimos meses por el oficialismo para debilitar a los partidos de oposición, muchos de los cuales quedaron fuera del parlamento y de la contienda y son los que llamaron a no votar.
Los obispos del país, preocupados por esas acciones que intranquilizaron dentro y fuera del país, exhortaron hace dos meses a reflexionar sobre si participar o no en las elecciones pero finalmente la Iglesia católica, tradicionalmente cercana a Ortega, no ha apoyado el boicot.
"Después de reflexionar, decidimos venir a votar y esperamos que todo se desarrolle de la mejor manera posible, por el bien de la población y del país", dijo el cardenal Leopoldo Brenes, presidente de la Conferencia Episcopal al salir de su centro de votación.
Ortega, ex comandante guerrillero a punto de cumplir 71 años y líder del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), busca consolidar este domingo su poder junto a su influyente y poderosa compañera de vida y de gobierno, Rosario Murillo, ahora aspirante a la vicepresidencia.
Las encuestas le daban la victoria con más del 50% de los votos y su reelección se da casi por descontada, aunque hasta entrada la noche no se conocerán los primeros resultados.
Además de Ortega, hay otros cinco candidatos a la presidencia pero son políticos desconocidos para la gran mayoría de la población, a los que las encuestas no les dan ninguna opción y que no son considerados opositores reales sino aliados del actual gobernante.

