En Panamá, catadura moral se traduce por “cara dura moral”. Es una actitud que se configura por experiencia, conocimiento e intereses. Se centra en las propias aspiraciones centralizadas en el yo personal. Por ejemplo, si yo tengo bienes millonarios qué impide que pueda financiar diferentes alternativas políticas para estas próximas elecciones. Distribuyo mis aportes electorales según los intereses de mis accionistas y de mis empresas.
Estas acciones son éticas y dignas de alabanza como decía el maestro Aristóteles, o por el contrario son deshonrosas y dignas de repudio social. Entre la alabanza y el honor hay una diferencia abismal. La alabanza es por motivos de subjetividad y de libres acciones personales, la honra es por objetividad y por condiciones propias de los hechos honrosos y deshonrosos.
Volviendo a nuestro empresario de cara dura moral. Donar dinero, miles de dólares, a una o varias campañas electorales es juega vivo o es por el contrario un acto honroso que puede armonizarse con donar miles de dólares para el cáncer, la educación o por una causa justa y encomiable. De existir duda en ese tipo indiscriminado de contribuciones electorales, según el potencial de victoria de uno u otro partido, es inmoral y propio de un sujeto sin catadura moral aceptar y prohijar dichas donaciones como, parece ser, es la voluntad de la ley electoral panameña.
Publicitar dichas donaciones y considerar que la misma publicación es una forma de justificación moral de dicha contribución, en lo que respecta a mi catadura moral, es una expresión del deterioro ético de nuestra sociedad.
Hasta cuándo vamos a tener un sistema de “cara dura moral” como si fuese un sistema de seguridad a prueba de todo desliz e irracionalidad. Es cierto que el mundo ha evolucionado respecto a manejar el tema de la ley, como si fuese la manifestación formal de una autoridad revestida de la prerrogativa de actuar en contra del bien común, de la racionalidad y del respeto a la diversidad. Este manejo es uno de los retrocesos del mundo globalizado. La ley tiene que ser racional, lógica, recíproca o no es ley. En este sentido la ley es resultado de un algoritmo que sigue la ley de causalidad. Todo efecto es producto de una causa racional o irracional. Además, la ley debe orientarse al bien común y no al bien privado para seguir siendo ley y finalmente, la aprobación de la ley debe obligar a todos sus autores e interlocutores a aceptar los efectos colaterales de dicha aplicación. La dignidad o es recíproca y compartida o es un adefesio de humanidad.
Estas apreciaciones generales sobre el derecho, la justicia, la ley y la moral tienen un fuerte contenido filosófico del cual no se puede una sociedad desligar, sin enfrentar la consecuencia de la indignidad, la insumisión y la rebeldía caótica y pervertida.
De nada sirven códigos electorales de la dinastía de los ricos, famosos y poderosos si la ciudadanía se siente frustrada y engañada.
Hagamos de Panamá una sociedad que sepa valorar y alabar la “catadura moral” y erradicar ese lastre de la “cara dura moral” que se siente autorizada a disponer de sus riquezas para financiar alternativas políticas diversas, contradictorias, pero un rasero común: asegurar que mi dinero lo use la política corrupta y venal de acuerdo a mis intereses de empresario y de hombre exitoso de empresa privada.
El autor es filósofo y abogado
