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Quilombo argentino

Quilombo argentino
Quilombo argentino

Entró a La Rambla, tomó un diario de la mesita, se sentó, pidió un café cortado y un croissant. El bar-café y restaurante La Rambla está ubicado en plena Recoleta, a unos metros de donde vivió Eva Duarte –Evita– antes de conocer a Juan Domingo Perón. La gente tiene para leer todos los diarios y ocupa por largo rato las mesas. A veces con no más de un café. Allí se come el mejor sándwich de lomito de todo Buenos Aires.

Cuando el mozo le trajo el pedido, con el diario abierto, le comentó: “Este hace agua, no le da para arreglar este quilombo” (lío). “Este”, era Mauricio Macri, quien dentro de un mes cumplirá su primer aniversario como presidente de la nación.

No es que las encuestas lo ubiquen muy abajo, pero su imagen es de signo negativo. Macri ha resucitado a la Argentina en los mercados financieros y ha sincerado las cifras “arregladas” flagrantemente por el gobierno anterior –sean de la inflación o del nivel de pobreza–. Esta sinceridad implica quitar subsidios y no ser irresponsables en materia salarial y, en alguna forma, hasta ser más “generoso” con las cargas impositivas para la actividad productiva.

No es fácil cuidar la imagen al tiempo de aplicar “tarifazos”, y frenar la subida de sueldos con los sindicatos “peronistas” enfrente. Además, con minoría parlamentaria y con una mayoría que cubre todo el espectro, desde renovadores o independientes hasta kirchneristas, pero todos peronistas, y que solo piensan en términos electoralistas. En el mejor de los casos. Ya el año próximo hay elecciones parlamentarias clave. Y Macri, respetando la democracia, las instituciones, la Constitución y las leyes, cosa de lo que no se sintieron mayormente obligados los anteriores gobiernos de los Kirchner, populistas y autoritarios.

Hoy el panorama es otro: libertad de prensa e independencia de los poderes y respeto de las leyes; aunque a veces con algunos “amagues” de “flexibilidad” para avanzar en cosas específicas, lo que, empero, sus propios socios puristas se lo impiden.

Libertad de prensa e independencia de la justicia a la vez ha aparejado un desvelo extra: poner fin a la impunidad y avanzar sobre la corrupción. El periodista Jorge Lanata dijo hace unos días que hay en trámite 745 juicios por corrupción contra funcionarios kirchneristas y que, entre esos, en 298 está involucrada la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK). Ella lo niega, dice que es persecución política, y el kirchnerismo se apresta a resistir. Aunque menguado, se asemeja a esas bandas de soldados que, tras finalizada la guerra, quedaban armadas y arrasaban con lo que fuese, que nos mostraban las películas.

CFK tuvo que ir a declarar a tribunales judiciales hace unas horas. Dijo, qué graciosa ella, –justamente ella– que era una perseguida política. Uno de sus diputados –de esos soldados que hablábamos– amenazó que “si a Cristina la tiran al bombo (a la cárcel) aquí se arma quilombo”.

Y seguro que algo se puede armar. Si se hace un repaso de las principales imputaciones contra CFK, tenemos que la ex ya está procesada por administración infiel en perjuicio de la administración pública (entre 2 y 6 años de pena), y que la citación judicial era para declarar en indagatoria por haber conducido una asociación ilícita (entre 5 y 10 años) para cometer varios delitos; además en el caso Hotesur la acusan de malversación de fondos públicos (entre 2 y 10 años), abuso de autoridad (entre 1 mes y 2 años), lavado de dinero (entre 3 y 10 años) y asociación ilícita vinculada a la obra pública (entre 5 y 10 años); en Los Sauces, de enriquecimiento ilícito (entre 2 y 6 años), falsificación de documentos públicos (entre 1 y 6 años) y cohecho (entre 1 y 6 años). En la ruta del dinero K, por lavado de dinero (entre 3 y 10 años). Y en la causa por traición a la patria (atentado contra la AMIA, pacto con Irán y crimen del fiscal Alberto Nisman) la pena es de entre 10 y 25 años.

Con este panorama, es lógico que CFK –que no respondió nada al juez– recurra a todo. Para Macri, en tanto, por más que se mantenga presidente –son cuestiones de la justicia, dice– se le hace duro no hacer agua por algún lado, y más difícil aún, mantener firme el timón.

–“Lo que pasa –comentó el hombre del diario y del café– es que este ‘pibe’ ganó antes de tiempo. Tendríamos que haber estado más hundidos; con apagón total y sin energía; ¿yo te pregunto si alguien iba a protestar por un aumento de la tarifa eléctrica? Acá debió esperarse a repetir lo de Venezuela, que no faltaba mucho…”.

–Entonces tendríamos al papa Francisco mediando, tal como lo hace ahora, para ayudar a los chavistas, atinó el mozo.

–Eso se lo pueden vender a los venezolanos, pero a nosotros no. Aquí Francisco solo es, como todo sabemos, un peronista más.


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