La revisión del salario mínimo para los trabajadores formales con menor experiencia laboral se realiza cada dos años en Panamá, considerando las recomendaciones de la Comisión Nacional de Salario Mínimo, aunque la decisión final recae en el Ministerio de Trabajo.
Desde 2009, el ajuste se aplica por regiones y sectores económicos. Aunque su alcance directo cubre a una fracción limitada de la población, su impacto puede ser significativo para toda la sociedad. La experiencia de los años 2011 y 2013 evidenció que ajustes sin criterios técnicos —muy por encima de la inflación y sin mejoras equivalentes en productividad— incrementaron desproporcionadamente los costos empresariales.
Entre 2011 y 2013, el salario mínimo aumentó en promedio 30% en la región 2 y 50% en la región 1, mientras que el poder adquisitivo del balboa disminuyó -2.8% entre 2013 y 2015, según el INEC. Al no estar respaldados por productividad, estos incrementos marcaron el inicio de un aumento sostenido del desempleo —del 4.1% en 2013 al 9.5% en 2024— y de la informalidad, que pasó del 36.9% al 49.3%, junto a una caída del empleo privado del 47% al 37.9%, incluso con altos crecimientos económicos.
El proceso actual exige prudencia y rigor técnico. Además del costo de la vida, deben considerarse las productividades sectoriales, que varían ampliamente entre actividades, regiones y tamaños de empresa. Existen fuentes internacionales —Banco Mundial, CEPAL, OCDE, OIT, FMI, Penn World— y fuentes nacionales como el CNC y SENACYT. Sin embargo, los promedios macroeconómicos pueden inducir a errores al equiparar sectores con niveles productivos dispares, lo que se conoce como “la trampa de los promedios”. Lo recomendable es emplear estimaciones de Productividad Total de los Factores desarrolladas en Panamá, con mayor desagregación y modelos econométricos adecuados.
Según la CEPAL, América Latina y el Caribe mantienen un fuerte rezago: su productividad laboral equivale al 29.7% de la de la Unión Europea, con brechas crecientes entre empresas grandes (32%) y pequeñas (17%). Panamá no escapa a esta tendencia; su crecimiento reciente proviene, sobre todo, de grandes inversiones de capital.
El informe de Productividad Sectorial 2025 del CNC y SENACYT muestra productividades negativas en casi todos los sectores: Comercio e Industria (-0.4%), Hoteles y Restaurantes (-0.1%), Construcción (-0.7%), Financiero (-1.5%), Agricultura (1.2%) y Transporte y Logística (0.8%). Estos resultados sugieren ajustes salariales entre 0.5% y 3.2%, considerando una inflación del 2%.
Podría añadirse un ajuste adicional según tamaño empresarial: 0.5% para pequeñas empresas y 1% para grandes, con un mínimo equivalente a la inflación para compensar la pérdida adquisitiva en sectores con productividad negativa. Esto ubicaría los ajustes totales entre 2.5% y 4.2%, coherentes con la coyuntura económica.
Es imprescindible que prevalezcan criterios técnicos sobre los políticos, para no comprometer la estabilidad laboral y social ni la viabilidad de las pequeñas y medianas empresas. Para un crecimiento sostenible e inclusivo, Panamá debe fortalecer sus capacidades productivas mediante políticas de transformación estructural. El país tiene ventajas comparativas que permitirían, en el corto plazo, convertir amenazas geopolíticas en oportunidades y mejorar el bienestar social.
El autor es economista con maestría en Blockchain & Fintech.

