Sin duda, Panamá posee una abundante historia con Estados Unidos, sobre todo en cuanto a asuntos que guardan una relación de causa y efecto. Algo inusual, sin embargo, ha ocurrido este año: hemos visto sucesos allá y acá que, sin ser idénticos, guardan un inusual paralelismo e, incluso, sus rumbos llegan a cruzarse.
Donald Trump y Ricardo Martinelli tienen mucho en común: son empresarios acaudalados, muy conocidos, que incursionaron en la política. Ambos se presentaban como personas exitosas que sabían cómo gestionar la complejidad de un país y, además, sus campañas apelaron a discursos emotivos (“Make America Great Again”, “Ahora le toca al pueblo”) e hicieron gala de una retórica implacable hacia sus adversarios. Los dos se convirtieron en presidentes de sus respectivos países, donaron el salario que les correspondía como gobernantes y también mostraron una conducta autoritaria y una inusitada reticencia ante los resultados electorales al final de su mandato. Aquí se recordará que el 4 de mayo de 2014, Martinelli, estupefacto por la derrota de su delfín (con Marta de compañera de nómina), hizo una aparición sin precedentes en la sede del Tribunal Electoral, cuando aún se desarrollaba el escrutinio. Por su parte, lo de Trump implosionó con el asalto al Capitolio, el 6 de enero de 2021. Después de dejar sus cargos, ambos fueron señalados en relación con graves asuntos y adoptaron un discurso visceral y amenazante hacia investigadores y jueces. Martinelli demandó a varias fiscales e, incluso, la exprocuradora Kenia Porcell aún tiene sus bienes secuestrados; mientras, Trump pidió esta semana que los republicanos en el Congreso recortaran los fondos al Departamento de Justicia y al FBI, “para que entren en razón”. Y si de vástagos hablamos, los hijos de ambos se han visto envueltos en torbellinos judiciales relacionados en alguna medida con sus célebres padres (por lo menos los de Trump no han estado presos, por ahora).
Hay algo que no se sabe si es una semejanza, una diferencia o ambas a la vez: a uno se le acusa de haber pagado sobornos; al otro, de haberlos recibido. En todo caso, aún distan de ser un espejo del otro. Aunque a regañadientes, Trump compareció voluntariamente ante el juez de Nueva York que le leyó los 34 cargos que se le imputan; en tanto, Martinelli tuvo que ser extraditado desde Estados Unidos. Los hijos de Trump, por su parte, no parecen haber vinculado a su padre a ningún crimen; la otra historia, es muy conocida. Sea como sea, entre el montón de discusiones al respecto en Estados Unidos, los ciudadanos no ponen en duda la probidad del sistema, aún tratándose de la acusación de su expresidente. Tristemente, en Panamá, las personas se preguntan si el sistema se atreverá a hacer su trabajo, o si prevalecerán las influencias y las amenazas.
Aunque estos dos personajes no son amigos, sí se conocen. Martinelli y Trump estuvieron juntos en Panamá en 2002, durante el concurso Miss Universo, del que Trump fue propietario hasta hace poco. Luego, coincidieron en julio de 2011 en la inauguración del Trump Ocean Club, en Punta Pacífica. Aquella vez, Martinelli cortó la cinta inaugural y tuvo palabras de elogio: “Quiero agradecer a Donald Trump por venir a Panamá a invertir y por tener los panameños la oportunidad de tener uno de los edificios más importantes y más bonitos”. Después se conoció, gracias a un reportaje de NBC y Reuters, que ese proyecto habría sido utilizado para mover dineros ilícitos: uno de los vendedores estrellas del apartamento, el tristemente célebre Alexander Ventura Nogueira, confesó que vendió varias unidades a clientes con nexos con la mafia rusa. Siete años después, con Trump en la Casa Blanca, en un intento por frenar su entrega a Panamá, Martinelli -mientras se encontraba encerrado en el centro de detenciones federales de Miami, aguardando por su extradición- escribió una carta “al gobierno y al pueblo de Estados Unidos” en la que revelaba que, durante su mandato, sirvió a los intereses de Estados Unidos “al 100%” y confesaba -según él- haber seguido instrucciones de la CIA para detener el buque norcoreano Chong Chon Gang, procedente de Cuba, que ocultaba armamento bajo toneladas de azúcar. Al final, es un enigma si, durante su mandato, Martinelli sirvió a los intereses de Estados Unidos, de Italia, de Odebrecht, o a los de él mismo. Pero los intereses de los panameños no parecen estar en ese radar.


