En cada ocasión en que el presidente de Colombia, Gustavo Petro, hace alguna referencia a Panamá, suele reclamar —de manera plañidera— a la historia, a los militares y a los políticos de aquella época que, por cobardía e intereses personales, “perdieron Panamá”. De acuerdo con su visión histórica, Panamá era parte originaria y autóctona de Colombia.
Se olvida, sin embargo, que la unión de Panamá a Colombia fue voluntaria. Ningún soldado colombiano combatió contra las tropas españolas en Panamá el 28 de noviembre de 1821 para lograr esa anexión. La independencia fue una estrategia magistral e incruenta, ejecutada por miembros de la élite capitalina.
La Colombia de 1821 era la Gran Colombia, conformada por los territorios del antiguo Virreinato de la Nueva Granada, que incluía principalmente lo que hoy es Venezuela, Colombia y Ecuador. Aunque Panamá formaba parte de dicho virreinato, al declararse la independencia de la Gran Colombia el 30 de agosto de 1821, el istmo quedó como un remanente bajo dominio español hasta noviembre de ese año. La intención panameña de unirse a Colombia fue, por tanto, desde la perspectiva bolivariana y no como parte de lo que posteriormente sería la República de Colombia.
La confusión del presidente Petro puede derivarse de que Colombia ha tenido múltiples denominaciones históricas: la Colombia de Bolívar (1819–1831), la República de la Nueva Granada (1831–1858), la Confederación Granadina (1858–1863), los Estados Unidos de Colombia (1863–1886) y la República de Colombia (1886 hasta hoy). Siguiendo su propio razonamiento, al disolverse la Gran Colombia en 1831, Panamá habría quedado sin vinculación política, pues surgió entonces una nueva estructura constitucional y geopolítica: la República de la Nueva Granada.
El Acta de Independencia de Panamá establece, en su artículo 2.º, la unión a la República de Colombia —la Colombia bolivariana—, no a la República de la Nueva Granada. Colombia ha tenido diez constituciones, lo que implicó transformaciones políticas con efectos directos en esta relación inicial. Esto plantea un problema ontológico que el presidente Petro parece no comprender: Panamá no era territorio originario de la República de Colombia en 1903, pues aquella Colombia a la que se anexó había desaparecido setenta y dos años antes.
Además, el sentimiento independentista panameño no se concretó únicamente el 3 de noviembre de 1903. La historia demuestra que en el istmo siempre existió un fuerte sentido de autarquía y autonomía política, no de sumisión ni de pertenencia irrestricta a Colombia. De ello dan cuenta varios intentos de separación: en 1830, apaciguado por Bolívar; el 9 de julio de 1831, año en que se declaró el Estado del Istmo; en 1840, bajo el liderazgo de Tomás Herrera; y finalmente en 1903.
Ese sentimiento autonómico se expresó también entre 1855 y 1886, durante la existencia del Estado Federal de Panamá, creación de Justo Arosemena, suprimido luego por la Constitución centralista de Núñez. La separación de 1903, aun con la intervención de Estados Unidos, no puede ser calificada por Petro como un acto de cobardía colombiana. El Ejército colombiano no tenía posibilidad real de enfrentar el poderío naval estadounidense, cuyas naves podían neutralizar en minutos a las fuerzas colombianas ancladas en las bahías de Colón y Panamá, dejando a la tropa —mal pagada y peor abastecida— sin capacidad de reacción. Tampoco la marina colombiana estaba en condiciones de romper una interdicción naval impuesta por Estados Unidos.
El presidente Petro parece desconocer aspectos esenciales de la historia de Panamá y de Colombia. Pero es propio de líderes fallidos exaltar el pasado y resucitar agravios históricos, en lugar de comprometerse con la construcción del futuro. Panamá y Colombia, como países vecinos y hermanos, pueden desarrollar acciones de progreso basadas en el respeto y la armonía, sin recurrir a un pasado mal interpretado y cargado de intencionalidad política.
El autor es ex profesor de Ciencia Política y Teoría del Estado. Miembro de la Asociación Panameña de Derecho Constitucional.

