En días pasados, en los pasillos de la USMA, me encontré con diversas profesoras debatiendo si la comunicación es una ciencia o si es un arte. Toda esta discusión se desprende a raíz de que en las diversas convocatorias de investigaciones científicas para el desarrollo de la ciencia en Panamá, es poco el financiamiento para investigaciones dentro de la dimensión de la comunicación. El principal argumento de las profesoras es que lamentablemente en el mundo científico panameño entienden el papel de la comunicación de forma instrumental y no como generadora de conocimiento nuevo.
¿Cuándo una disciplina es denominada ciencia? En términos pragmáticos, debe cumplir dos criterios básicos. El primero es tener un objeto de estudio y el segundo un método. La comunicación como disciplina tiene un objeto de estudio, relacionado al proceso de intercambio de información con el propósito de transmitir o recibir un mensaje. Pero los resultados adquieren la categoría de comunicación científica cuando son acompañados de una metodología que permita darle validez; un ejemplo es el esquema de Harold Laswell, que está compuesto por cinco aspectos. ¿Quién?; análisis de control. ¿Dice qué?; análisis de contenido. ¿En qué canal?; análisis de medio. ¿A quién?; análisis de audiencia. ¿Con qué efecto?; análisis de efecto.
Sin embargo, al momento de ejercer la profesión, aparece la dimensión que podemos llamar “el arte de saber: obtener información, construir y transmitir un mensaje”, todo comunicador sabe que si no apela al arte no es buen profesional de la comunicación.
La comunicación es una de las pocas áreas del conocimiento que permite articular ciencia y arte, lo que la convierte en la más hermosa de las ciencias sociales, pero al mismo tiempo en la más odiada por los resultados de sus investigaciones.
Todo buen comunicador es aquel que la ejerce científicamente, pero mucho mejor comunicador es quien logra combinar la ciencia con el arte.
El autor es doctor en ciencias sociales
