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‘Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras’

Quiero hacer alusión a esta frase en este escrito para referirme a la soberanía de Panamá en su territorio, un tema que deja más dudas que respuestas.

Desde que el Desquiciado inició su campaña para “recuperar” el Canal de Panamá y envió emisarios como “el pelao” para cumplir un capricho presidencial disfrazado de misión diplomática, el país no ha dejado de estar sometido a intensos e incesantes embates en una guerra geopolítica entre dos potencias, sostenida con una campaña basada en mentiras. La mejor prueba es que funcionarios de alto nivel expresan continuamente su respaldo a ese capricho presidencial.

Todo empezó con la designación de China como una “influencia maligna” para Panamá y con la presión para que abandonáramos el convenio de la Ruta de la Seda. Desde entonces las presiones no han cesado. Cuando existía la Zona del Canal, Panamá tenía claro que era soberana en todo su territorio, menos en esa franja canalera. Hoy, sin esa demarcación, tenemos a los gringos entrometidos a lo largo y ancho del país diciéndonos qué podemos o no hacer; en otras palabras, somos soberanos solo en lo que ellos permiten.

Un claro ejemplo fue la presión ejercida para forzar la venta de los puertos de Balboa y Cristóbal, operados por CK Hutchison desde hace años. Argumentaron que, al estar en manos chinas, representaban un peligro para la seguridad del Canal. A través de uno de los secuaces del Desquiciado se armó una pantomima: un consorcio liderado por BlackRock como socio mayoritario y la naviera MSC adquiriría esos puertos en un paquete global. Pero no esperaban que China objetara la transacción, que hasta hoy sigue bloqueada. La voracidad del Desquiciado y sus secuaces —que también intentaron comprar Groenlandia, anexar Canadá y adquirir Gaza— quedó al descubierto, pero la “torta” de los puertos se les volteó.

China vetó la transferencia de esos cuarenta y tantos puertos a BlackRock, a menos que Cosco participe en la operación. Si se concreta, los chinos mantendrían su cuota en Balboa y Cristóbal y aumentarían su dominio marítimo. Por ahora CK Hutchison sigue al mando.

La intromisión en nuestra soberanía no se limita a eso. También presionan para que el tren Panamá–Paso Canoas pase a manos estadounidenses, bajo el argumento de contrarrestar la “influencia maligna china” en toda Centroamérica. Igual ocurre con la empresa que construye el túnel bajo el Canal: alegan que podría instalar mecanismos de espionaje. Y ni hablar del Memorándum de Entendimiento que permitió la creación de “estancias vacacionales” para albergar tropas estadounidenses con el pretexto de proteger el Canal de infiltraciones chinas y, de paso, proteger a Gringolandia de supuestas amenazas a su seguridad nacional.

Regresando a la frase “Cosas veredes, Sancho...”, llama la atención el descaro de “el pelao” en asuntos nacionales: anunció ejercicios militares conjuntos en nuestro territorio y el reemplazo de las torres y equipos de comunicación de Huawei por tecnología “con altos niveles de seguridad gringos”. Eso, en la práctica, les daría acceso a nuestras comunicaciones, como ocurrió con el equipo de escuchas instalado por los israelíes a petición de un expresidente.

La reciente visita de “el pelao” a Panamá Oeste pareció una campaña electoral: se mezcló con el pueblo, tomó chicheme y —aunque no sabemos si “tiró besitos”— se reunió con el “chino malévolo” alcalde. En la escuela Pedro Sánches anunció que “en octubre próximo se iniciarán las conversaciones para revisar el Tratado de Promoción Comercial”, declaraciones que el propio Gobierno pareció desconocer. También impulsó el proyecto del embalse del río Indio y repartió mochilas con la bandera gringa estampada, para que los estudiantes se fueran mentalizando de la “benévola” intervención. Antes, las mochilas de la AID llevaban discretamente la leyenda “Donada por AID”, pero como el Desquiciado eliminó esa institución, le tocó a “el pelao” hacer de relacionista público.

Estamos ante una política “maligna” del coloso del norte: la del garrote y la zanahoria. Ahora resulta que salimos de las listas grises gracias a Gringolandia, que movió su músculo para borrarnos de allí.Definitivamente: “Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras”.

El autor es ciudadano.


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