Cada septiembre, Panamá se une a la conmemoración del Mes de los Océanos, un momento crucial para reflexionar sobre el impacto que tenemos como nación y como individuos en los ecosistemas marinos. Este año, bajo el lema “Creando olas de conciencia por los océanos”, se nos invita no solo a mirar hacia nuestras costas con admiración, sino también con responsabilidad.
Panamá cuenta con costas en el Caribe y el Pacífico; es un país privilegiado en cuanto a biodiversidad marina. Las aguas locales albergan arrecifes de coral, manglares, tortugas marinas, peces y especies endémicas que dependen de un equilibrio ecológico hoy amenazado. Aunque es fácil deslumbrarse con la belleza de las playas nacionales y la riqueza del mar, lo cierto es que los océanos están bajo presión. Y parte de esa presión la ejercemos nosotros mismos.
El crecimiento urbano costero, la contaminación por plásticos, el turismo irresponsable, la sobrepesca y el cambio climático están dejando huellas profundas en los mares. A diario, toneladas de basura llegan al océano desde ciudades como Panamá. Botellas plásticas, bolsas y envases de comida no solo contaminan visualmente, sino que también asfixian la vida marina.
Existen campañas de limpieza y esfuerzos comunitarios, pero el problema de fondo sigue siendo el mismo: la falta de conciencia y educación ambiental en gran parte de la población. “Crear olas de conciencia” no significa organizar una jornada de limpieza una vez al año, tomarse una foto con una bolsa de basura y luego volver a los mismos hábitos. Significa, más bien, un cambio profundo y sostenido en la forma en que entendemos nuestra relación con el mar.
Desde las escuelas hasta los medios de comunicación, debemos integrar la educación ambiental como un pilar permanente. Que un niño en Bocas del Toro entienda por qué proteger los arrecifes es clave para su comunidad, o que una joven en La Chorrera comprenda cómo su consumo diario afecta al océano, puede generar un cambio de largo plazo.
Los gobiernos locales también tienen una tarea pendiente: implementar políticas públicas que regulen el desarrollo costero, prohíban plásticos de un solo uso en zonas turísticas y fomenten alternativas sostenibles.
Panamá se ha posicionado internacionalmente como un país comprometido con la conservación marina. En 2021, amplió la Reserva Marina de Coiba y se sumó a la iniciativa “30x30”, que busca proteger el 30% de los océanos para 2030. Estos pasos son positivos, pero deben ir acompañados de vigilancia, aplicación efectiva de las leyes y, sobre todo, participación ciudadana.
La protección de los océanos no es solo una causa ambiental, también es una causa económica y social. Miles de panameños dependen del mar para vivir: pescadores artesanales, guías turísticos, comunidades indígenas y afrodescendientes que han construido su identidad alrededor del agua. Ignorar la salud de los océanos es, en última instancia, ignorar nuestro propio bienestar.
El verdadero reto del Mes de los Océanos no es organizar más eventos o hacer campañas más creativas. El reto es crear una ola de conciencia lo suficientemente fuerte como para que no se desvanezca con la marea del olvido. Una ola que llegue a todos los rincones del país y que transforme el respeto por el mar en una forma de vida.
Cada uno de nosotros tiene el poder de marcar la diferencia. Cambiar hábitos cotidianos, reducir el uso de plásticos, apoyar iniciativas locales y exigir políticas ambientales claras son acciones que, sumadas, pueden transformar el futuro de nuestros océanos. Crear olas de conciencia comienza con el compromiso personal, porque solo así lograremos un Panamá más azul, sostenible y justo para las futuras generaciones.
Cuidar los océanos no es opcional, es una necesidad urgente. Y si no lo hacemos ahora, mañana será demasiado tarde.
El autor es educador y promotor social.

