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Dejemos de reiterar lo ya sabido en salud

Soy lo que se podría llamar un médico entrenado para diagnosticar, tratar, operar y curar a la población enferma.

En 1982, cuando inicié mi camino en la política, tuve el privilegio de contar con la guía del Dr. José Renán Esquivel, pionero de la atención primaria en salud en Panamá. Él nos hizo comprender una verdad fundamental: el ejercicio de la medicina no comienza con la curación de la enfermedad, sino con la prevención y la promoción de la salud. Inspirado en la Declaración de Alma-Ata de 1978, nos enseñó que la salud es una lucha permanente del individuo, la comunidad y el Estado para evitar la enfermedad. Siempre será más oneroso curar que prevenir. Para el maestro, el hospital era, en parte, una muestra de fracaso de la práctica de la medicina.

Con esa visión, en 1986, durante mi gestión como ministro de Salud, impulsamos la estrategia “Volvamos a la Comunidad”. Era necesario cambiar un modelo hospitalocéntrico que ponía todo el peso en la curación, hacia un modelo integral, cercano a la gente, que colocara la prevención y la atención primaria en el centro de la política sanitaria.

La resistencia, por las ideas del Dr. Esquivel, no fue poca. Desde sectores profesionales, empresariales e ideológicos se subestimaba el valor de la prevención frente al brillo de la alta tecnología médica. Sin embargo, se lograron avances importantes, especialmente en el programa materno-infantil que aún hoy sostiene mejores índices de atención, prevención y tratamiento desde el inicio de la gestación. También surgió la Escuela de Salud Pública, para complementar la formación médica tradicional con una visión social y preventiva.

No obstante, estos avances fueron parciales. El país se quedó corto en la atención preventiva del resto de la población y, como consecuencia, vivimos hoy una paradoja: hospitales desbordados por epidemias de enfermedades previsibles y prevenibles.

Este desequilibrio estructural ha generado un modelo cada vez más costoso: más personal, recursos, equipos, medicamentos sofisticados… pero sin resolver el problema de fondo. El resultado es un gasto público en salud que crece año tras año sin lograr revertir la carga de enfermedad.

Los dos Panamá en salud

Este vacío en la atención pública ha estimulado el crecimiento de un sistema privado de salud de primer mundo, con tecnología de punta, hospitales de excelencia y gran capacidad resolutiva. Pero es un servicio que no puede ser costeado por la mayoría de los ciudadanos.

El problema se complica porque ambos sistemas comparten, en gran medida, al mismo personal. Muchos profesionales alternan entre hospitales públicos y clínicas privadas, lo que produce una tensión entre la vocación de servicio solidario y las presiones de un mercado cada vez más rentable. Esta dualidad ha terminado configurando lo que yo llamo los dos Panamá en materia de salud:

  • Uno, con sistema curativo y privado, de alto nivel, pero accesible solo para quienes pueden pagarlo.

  • Otro, del Minsa y la CSS, público y masivo, que lucha con recursos limitados y divididos para atender a la mayoría de la población, con una tensión interna entre lo curativo y lo preventivo.

Si sumamos y restamos ambos sistemas, evidentemente nuestro sistema de salud hace un mayor énfasis en el tratamiento de la enfermedad.

La salud como responsabilidad de todos los sectores

La salud no es responsabilidad exclusiva del Ministerio de Salud o de la Caja del Seguro Social. Es el producto de la acción mancomunada de todos los sectores del gobierno y de la sociedad.

  • Si la población no tiene agua potable, se llenarán los hospitales con enfermos gastrointestinales y otros padecimientos.

  • Si no educamos en nutrición, seguiremos observando epidemias de obesidad, diabetes y sus consecuencias.

  • Si no combatimos el consumo de tabaco, alcohol y drogas, aumentarán las enfermedades crónicas y adictivas.

  • Si no fortalecemos la atención primaria con recursos humanos sensibles, solidarios e idóneos, las salas de urgencias seguirán saturadas por casos que pudieron evitarse.

  • Si no controlamos la violencia y los accidentes, aumentarán las largas y costosas hospitalizaciones, las discapacidades y la muerte.

Repetir la historia

Década tras década, Panamá repite el mismo ciclo: enfermedades que fueron controladas rebrotan, hospitales colapsados, recursos insuficientes, personal agotado y una población insatisfecha. Lo que vemos hoy en el hospital de Panamá Oeste no es una novedad: es el reflejo de un sistema que insiste en atender la enfermedad en lugar de invertir en la salud.

Fue una oportunidad desaprovechada no hacer el intento de reformar o reestructurar la política de salud, tal como insistentemente se solicitó al momento de la discusión de la Ley 462. Por ello hoy vemos cómo el sistema está implosionando.

Ha llegado el momento de reconocer que la prevención no es ideológica y tampoco un lujo, sino una necesidad impostergable. Tampoco reemplaza al tratamiento de la enfermedad: son estrategias diferentes para momentos igualmente diferentes. La prevención no retrasa el desarrollo tecnológico ni los negocios; muy por el contrario, los impulsa al no perderse el tiempo en situaciones controlables.

Tenemos que unificar los dos sistemas estatales de salud, incorporar al sistema privado a la estrategia preventiva y aprovechar el desarrollo de nuestra medicina privada para impulsar el turismo de salud curativo.

Así construiremos un sistema de salud eficiente, eficaz, equitativo, sostenible y verdaderamente humano.

El autor es médico y expresidente del PRD.


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