El dolor suele ser la forma que tiene el cuerpo de avisarnos que algo no está funcionando bien o que ha sido lastimado (por ejemplo, un dolor causado por una cortada). Así, el dolor es normalmente un mecanismo de protección. Sin embargo, en ocasiones, un dolor que debía durar —digamos— unas dos o tres semanas, se vuelve crónico y se convierte en una enfermedad.
Esto puede deberse a factores que van desde la genética hasta el estado emocional del paciente. Existen mecanismos internos en cada persona que pueden potenciar o disminuir la percepción del dolor. Por ejemplo, cambios químicos o celulares pueden hacer que se desarrolle un dolor crónico en el área de una herida quirúrgica; que duela el dedo amputado de un pie, o que la piel arda o queme tras un herpes zóster ya curado.
A menudo, el tratamiento adecuado y oportuno de la causa de un dolor agudo marca la diferencia entre controlarlo como síntoma o permitir que se establezca un dolor crónico, que se convierte en enfermedad.
Cuando ya existe un dolor crónico —sea por la propia condición (fibromialgia, migraña, artritis reumatoide), por la cronificación de un dolor agudo (como una neuropatía posquirúrgica o posherpética), o por un dolor de cabeza asociado al sobreuso de medicamentos—, otras áreas de la vida pueden verse afectadas. Entre ellas, el estado emocional, debido al mayor riesgo de desarrollar depresión; el sueño, por la reducción en su cantidad y calidad; y el desempeño laboral, que suele deteriorarse significativamente.
En Panamá hemos avanzado en el manejo del dolor, pero todavía falta un largo camino por recorrer. Es necesario fortalecer aspectos como el establecimiento de protocolos de atención en las instituciones de salud, la formación en algiología de los profesionales desde sus estudios universitarios, el acceso a tratamientos adecuados y basados en evidencia —equipos, medicamentos y terapias—, la educación de la población en hábitos que disminuyan el riesgo de dolor crónico, y la asignación de recursos para la investigación científica sobre el dolor en el país.
La autora es médica especialista en algiología orofacial, expresidenta del Capítulo Panameño de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, presidenta de la Academia Latinoamericana de Dolor Facial y Sueño, e integrante de Ciencia en Panamá.

