En una reciente reunión de egresados de Texas A&M University, la subdirectora del Canal de Panamá, la ingeniera marítima Ilya Marotta, orgullo de ser egresada de esta universidad, lanzó una advertencia que resonó entre los asistentes: el Canal —y buena parte del país— enfrentan una amenaza existencial si no se construye el embalse del Río Indio.
El mensaje fue claro: sin una nueva fuente de agua, la capacidad operativa del Canal podría reducirse hasta en un 40% en los próximos 25 años. La Autoridad del Canal de Panamá (ACP) ha proyectado que, sin una nueva fuente hídrica, esto no solo afectaría los ingresos del Estado, sino también la confianza internacional en la ruta panameña como eje del comercio global. Además, millones de panameños podrían sufrir escasez de este recurso vital en las próximas décadas.
Durante los últimos años, Panamá ha sufrido temporadas de sequía históricas. El lago Gatún, corazón del sistema del Canal, ha registrado niveles por debajo de lo normal, obligando a la ACP a reducir el número de tránsitos diarios y el calado máximo de los buques. Esto significa menos carga, menores ingresos y un impacto directo sobre la competitividad de la vía frente a rutas alternativas como el Canal de Suez o los corredores logísticos emergentes en Norteamérica.
Pero la crisis no se limita a la vía interoceánica. Los mismos lagos que mueven los barcos abastecen de agua potable a más de dos millones de personas en la ciudad de Panamá y áreas circundantes. Cada litro destinado al tránsito de un buque es un litro menos disponible para el consumo humano. El dilema, entonces, es urgente: asegurar nuevas fuentes hídricas o enfrentar una crisis económica y social sin precedentes.
El proyecto del embalse del Río Indio, en la vertiente occidental del Canal, busca captar y almacenar millones de metros cúbicos de agua dulce para uso dual: mantener las operaciones del Canal y garantizar agua potable para la población durante al menos los próximos 50 años. Este nuevo reservorio actuaría como un seguro hídrico nacional, permitiendo resistir los efectos del cambio climático y las variaciones extremas de precipitación. Además, traería beneficios complementarios como control de inundaciones, riego agrícola, generación hidroeléctrica y desarrollo rural en zonas tradicionalmente marginadas.
Lejos de ser un lujo, el embalse del Río Indio representa una decisión estratégica, comparable en importancia a la ampliación del Canal aprobada en 2006. El proyecto, sin embargo, ha generado resistencia en algunos sectores.
Unos críticos advierten que el embalse inundará territorios y afectará ecosistemas rurales. Sin embargo, toda obra hidráulica de gran escala puede y debe realizarse bajo estándares internacionales de sostenibilidad, con estudios ambientales transparentes, compensaciones justas y reforestación compensatoria. La ACP ha demostrado capacidad técnica y responsabilidad en proyectos anteriores —como la ampliación del Canal— donde se cumplieron las normas ambientales más estrictas. Además, el embalse generaría mejoras sociales: caminos, servicios básicos, empleo y desarrollo sostenible para las comunidades vecinas.
Algunos opositores expresan dudas sobre la gestión del proyecto. No obstante, la ACP es una de las instituciones más respetadas, auditadas y solventes del país, con autonomía administrativa y vigilancia ciudadana. El proyecto puede y debe incluir mecanismos de participación pública y monitoreo independiente, garantizando transparencia y confianza. Rechazarlo por desconfianza sería castigar la previsión técnica con prejuicio político.
Varios sectores han propuesto soluciones menos invasivas que la construcción del embalse, como la instalación de plantas desalinizadoras o el aprovechamiento del agua del lago Bayano. Sin embargo, ambas alternativas presentan limitaciones técnicas y económicas significativas. En el caso de Bayano, sería necesario transportar el agua a más de 100 kilómetros hasta la cuenca canalera mediante un complejo sistema de tuberías y bombeo continuo, lo que elevaría los costos de inversión y operación por el alto consumo energético. En contraste, el embalse del Río Indio requeriría solo unos 9 kilómetros de conducción por gravedad, sin necesidad de bombas eléctricas, lo que lo convierte en una solución más eficiente, sostenible y económicamente viable a largo plazo.
Otros sostienen que el proyecto favorece solo al área canalera. Pero el Canal es una empresa nacional, cuyos ingresos sostienen programas sociales, educativos y de salud en todo el país. El embalse del Río Indio no es una simple obra de ingeniería: es una decisión de país. Ignorarla por miedo, política o desinformación sería hipotecar el futuro de Panamá. La experiencia demuestra que el costo de la inacción siempre es más alto que el de la previsión.
Así como la ampliación del Canal aseguró la competitividad global del país, este proyecto asegurará su viabilidad hídrica y económica por las próximas cinco décadas.
Al evaluar todos los elementos —técnicos, ambientales, sociales y estratégicos— la conclusión es inequívoca: la construcción del embalse del Río Indio es la opción más lógica, responsable y necesaria. No se trata de elegir entre desarrollo y sostenibilidad, sino de entender que el agua es el puente que une ambos. Y en Panamá, ese puente debe empezar en el Río Indio.
El autor es ingeniero mecánico.
