Un balón de culpas entre el Meduca y el Ifarhu deja en el desamparo a miles de estudiantes. La ineptitud institucional y la politiquería condenan a la niñez veragüense a un calvario sin fin.
Las becas estudiantiles que se otorgan a los estudiantes panameños presentan cada año problemas y errores administrativos que terminan afectando únicamente a los niños y jóvenes que más las necesitan. Cada año se repite la misma historia: largas filas, confusión en las listas, pagos atrasados y padres desesperados en busca de respuestas que nunca llegan.
Lo más grave es que, detrás de cada error burocrático, hay un estudiante que no puede comprar útiles, pagar transporte o asistir a clases con tranquilidad. Mientras las autoridades se justifican con trámites y papeleo, los niños siguen siendo los más perjudicados. Es una afrenta. Una burla descarada a la inteligencia y a la dignidad de miles de familias.
El segundo pago de la beca universal en Veraguas, lejos de ser una solución, se ha convertido en la materialización de un fracaso institucional tan profundo que raya en lo delictivo. Mientras los escritorios burocráticos de las instituciones “competentes” —el Ministerio de Educación (Meduca) y el Instituto para la Formación y Aprovechamiento de Recursos Humanos (Ifarhu)— se limpian las manos unos a otros, los niños y niñas de esta provincia cargan con el peso de una incompetencia que parece no tener freno.
No es un simple retraso ni una equivocación. Es un viacrucis administrativo, un laberinto sin salida diseñado por la ineptitud. Las excusas ya no se sostienen; han perdido todo valor ante la contundencia de los hechos: cheques invalidados por errores que ellos mismos cometieron, cambios de acudientes que nunca se procesaron, estudiantes que no pueden cobrar por haber cambiado de escuela y un número escandaloso de niños que ni siquiera ha recibido el primer pago.
Ante este despropósito, la respuesta de los funcionarios es un insulto premeditado: “Debe salir en el tercer pago” o “ese pago ya es posible que se pierda”. Promesas vacías de quienes saben que no habrá consecuencias.
Este no es un problema de logística: es un cáncer de politiquería, de rotación constante de personal sin criterio y de una ausencia total de control y supervisión.
El Meduca y el Ifarhu se pasan la culpa como si fuera un balón de fútbol, en un juego perverso donde las únicas víctimas son los miles de estudiantes veragüenses cuyo derecho a la educación se ve socavado. Se lavan las manos con una desfachatez que indigna, mientras las familias se hunden en la incertidumbre y la necesidad.
¿Quién va a poner freno a esto? ¿Dónde está la rendición de cuentas? ¿Dónde está la autoridad que ponga orden en este caos deliberado?
La situación es tan grave que evidencia una desconsideración total hacia los padres de familia y, lo que es peor, una absoluta falta de respeto hacia los niños, los principales afectados por esta cadena de negligencias.
Es una vergüenza. Una mancha en la conciencia de quienes, desde sus cómodas butacas, son responsables de garantizar este derecho fundamental. La educación, ese pilar tan cacareado en los discursos oficiales, se ha convertido en Veraguas en un privilegio que solo se obtiene tras un calvario humillante.
Exigimos respuestas. Exigimos soluciones. Y las exigimos ya. Basta de mentiras, de trámites absurdos e interminables, y de utilizar a la niñez como moneda de cambio en sus pugnas internas. Que alguien, por una vez, asuma la responsabilidad y ponga fin a este viacrucis que nadie, en su sano juicio, debería tener que padecer.
El futuro de los niños no puede ser rehén de la incompetencia. Este es un fracaso político y administrativo que no solo viola el derecho fundamental a la educación, sino que golpea directamente la dignidad de los estudiantes, lastimando el esfuerzo y el sacrificio de aquellos que, a pesar de las adversidades, mantienen viva la esperanza de un futuro mejor a través de sus estudios.
La autora es poeta y narradora.


