Son varios los libros que se publicaron en el marco del centenario de la República de Panamá. De diversas temáticas y enfoques. Cien años de teatro en Panamá, de Agustín del Rosario. Cien años de historia: la salud pública en Panamá y sus antecedentes, de María Victoria Arosemena V., y Egberto Stanziola P.; Cien años de arte en Panamá 1903-2003, de Pedro Luis Prados; Panamá cuenta: cuentistas del centenario (1851-2003), de Enrique Jaramillo Levi; las ediciones conmemorativas de la Asamblea Legislativa que destacó a varios autores; la Historia general de Panamá, dirigida por Alfredo Castillero Calvo; Antología del Centenario: Literatura Panamá 1903-2003; y muchos más. Valiosos todos.
Pero hay un libro en especial con unas características únicas porque fue construido con las huellas, los sueños, los caminos, las memorias y con muchas preguntas sobre lo que somos, sentimos y pensamos. Me refiero al libro: “El abuelo de mi abuela…era un niño hace cien años”. Fue publicado en agosto del 2004; hace 20 años dio a luz. El abuelo de mi abuela fue el resultado de un proyecto coordinado por la Fundación Casa Taller. Fue una propuesta pedagógica de construcción ciudadana que se enfocó desde la biblioteca pública hacia la comunidad y también al revés.
Toda una compleja maquinaria de talleristas, narradores orales, asistentes, fotógrafos, investigadores, realizadores de cine, en fin. Pero la participación que más hay que destacar fue la de los abuelos y los niños que participaron en los talleres, porque ellos son las voces de muchos relatos que se pueden leer en este libro como el tejido de una araña (¿la araña Anansi?); tener el libro en la mano implica una lectura que es como leer las manos que tejen un sombrero o una mola, es como leer el movimiento de la mano que talla una tagua.
El libro en una invitación a jugar y construir. De hecho, su estructura es como una rayuela. Puedes brincar entre sus páginas y tejer historias en el tiempo que te llevan a preguntarte qué hay más allá del horizonte de los pensamientos. Es un libro para pensar y sentir. De pronto estás escuchando un relato de un abuelo donde los zapatos son el eje conductor y de pronto estás leyendo una historia de nacimientos, de orígenes, o estás cantando una canción o tratando de recitar una retahíla. Es un libro mosaico, un libro laberinto, un libro circular e infinito con muchas zonas del pensamiento que rescatan lo que somos.
El abuelo de mi abuela es un libro que explora el mapa de los rincones del pensamiento. Tal vez es el único libro donde la historia se narra desde la solidaridad, desde las búsquedas, desde la diversidad, como quien va tejiendo con metáforas el recuerdo y el presente para mirar un futuro con más esperanza. Es un libro que se edificó desde el útero, como un parto; desde los nacimientos y los juegos, los relatos, las historias implícitas en los objetos, desde lo privado como la casa de la infancia, desde los nombres, desde las semillas que encierran un universo, desde los ritmos de los tambores, desde múltiples voces que trenzan un solo relato.
Para lograr el nacimiento del Abuelo de mi abuela, los talleristas del proyecto viajaron con sus mochilas de pensamientos y de ideas. Viajaron a Bocas del Toro y Kuna Yala, a Herrera y Veraguas; a Taboga y Boca la Caja; a la comarca Ngöbe-Buglé; a Coclé y Los Santos; a Colón y Chiriquí; a las comarcas Emberá y Wounnan y la ciudad de Panamá. De esta forma cada tallerista elaboró una metodología de una propuesta para buscar las historias que tiene la gente. Esas historias que no están en los libros de historia tradicionales porque son los relatos que se construyen con la alquimia de los abuelos, con los pasos de ausencia y silencio de los caminos cotidianos que gravitan en la memoria.
Una de las riquezas de este libro son los relatos que se lograron rescatar de la voz de los abuelos. En el año 2003 muchos de esos abuelos tenían 70, 75, 87, 89, 91, 100 y hasta 103 años. Han pasado 20 años y tal vez esas voces ya no se escuchan, pero han quedado en un libro que se hizo con amor, creatividad y con la mirada que busca nuevos horizontes para construir las utopías. Porque como dice Eduardo Galeano en uno de los epígrafes del libro: “¡Tenemos un espléndido pasado por delante! Para los navegantes con ganas de viento, la memoria es un punto de partida”.
El abuelo de mi abuela reposa en todas las bibliotecas del país. Es un libro con el cual un maestro puede tener una carta de navegación de búsqueda para jugar y pensar, para ayudar a educar a un niño y joven sentipensante. No es un libro que te da respuestas, sino un libro que nos ayuda a hacernos preguntas. Porque sin duda hoy, más que nunca, tenemos que enseñar a preguntar para encontrar las respuestas que mejoren esta realidad decadente.
El autor es escritor