A mi padre, el médico Mauro Zúñiga Araúz, lo secuestraron los sicarios del narcodictador Manuel Antonio Noriega el 21 de agosto de 1985, y los sicarios del expresidente Ricardo Martinelli Berrocal, alumno del primero, o el propio exmandatario, violaron los derechos a su privacidad usando los artilugios que el nefasto poder constituido otorga a un grupo reducido de personas, que se creen extraterrestres o reptiloides de sangre azul por el hecho intrínseco de ser “autoridad”, poseyendo el monopolio legal de la fuerza contra víctimas legalmente desarmadas, en una sociedad gobernada por distintas tiranías desde la democracia “representativa”, la oligarquía o la dictadura sostenida en lo que se denomina “el positivismo jurídico del estatismo”, que impide que un auténtico Estado de derecho emerja en Panamá.
Semejante antisistema comenzó a edificarse desde el giro copérnico de Immanuel Kant, justamente cuando surgía la Revolución Francesa, el sufragio universal, la opinión pública política, la declaración de independencia de Estados Unidos, la riqueza de las naciones, la revolución industrial y el teorema del conocimiento limitado, que advertía que los ministros y diputados no eran omniscientes ni infalibles, no poseían todo el conocimiento social disperso y, por ende, no podían colocar un orden arbitrario, despótico y corrupto mediante el mandato de una jerarquía de medios y fines que chocaban frontalmente con el que poseían los productores, familias, emprendedores, profesionales y empresarios de su país, para alcanzar la riqueza a través de medios lícitos.
Cuando la ilustración llegó a Alemania, era el país menos secular de Europa por la fuerte influencia del pietismo luterano, así que Kant armó su filosofía mejorando el cartesianismo para explicar cómo Newton hizo ciencia, la base de las ciencias naturales y exactas contemporáneas, y desplazando las intuiciones intelectuales (dogmas de fe de los teólogos inquisidores) al conocimiento moral, a los que ató al deber como facultad buena y conciencia moral, la base de las ciencias sociales modernas. Kant confundió la “razón pura práctica” con la “fe sencilla y afilosófica” del pietismo que practicó en su juventud, que tenía de sagrado el “deber” y el “trabajo”. Dio una decisión “salomónica” entre empiristas y racionalistas en el conocimiento teórico y especulativo, perpetuando la falsa dicotomía entre lógica y experiencia en la base del conocimiento, pero colocando a Lutero de juez.
Los juicios “sintéticos a priori” de los nuevos especialistas que emergieran de las ciencias naturales y exactas eran dignos de alabanza, pero no tendrían relevancia moral, salvo que cumplieran el deber en sí mismo, por sí mismo y para sí mismo, para reclamar una fe digna. Fue la forma que tuvo Kant de proteger al poder constituido de los violentos ataques de la ciencia.
Los “pietistas” que le siguieron culminaron su obra con las implicaciones políticas de su filosofía al tratar de conocer el tenebroso mundo noumenal (dogmas de fe) centrado en el deber, a pesar de la advertencia del genio maldito que era “incognoscible”, para dar vida a las ideologías totalitarias, las nefastas doctrinas de las ideologías desde el nacionalismo hasta el destino manifiesto, que se carcomieron la ilustración y el romanticismo hasta conducirnos a las espantosas guerras mundiales y lograr su anhelada “restauración mercantilista” en que vivimos. El “loquito” de Augusto Comte, como lo llamó Ludwig von Mises, le denominó el mundo social para armar su positivismo y altruismo: lo que quiso decir Kant por derechos eran deberes, de ahí surge la idea de que los derechos son creaciones de ley, inflando los derechos individuales inalienables, como también hicieron con el metal noble (oro) para crear deliberadamente los derechos “sociales” y la inflación, respectivamente.
“Estos profetas de una nueva época, que declararon haber descubierto por primera vez una ciencia del mundo social, no solo fracasaron en este campo que ellos declararon que era el campo propio de su actividad, sino que, sin vacilación alguna, decidieron destruir la historia de todas las ciencias que emplean el método histórico. Fascinados por la idea de que la mecánica newtoniana constituye el modelo de todas las auténticas ciencias, pretendieron que la historia empezara a levantarse al mismo nivel de una ciencia exacta mediante la construcción de leyes históricas”, lamentó von Mises, cuya escuela austriaca es deliberadamente excluida por el brazo educativo del poder constituido panameño.
Para darle un marco de realismo a sus fantasiosos “estadios ideales”, recurrieron al método científico, creyendo que podían alcanzar también leyes universalmente válidas, ciertas, inmutables y necesarias para la conducta humana, fundiendo la epistemología y ética kantiana y llamándose científicos sociales, pero como no trataban con plantas, planetas, células, números o animales superiores, usaron los deberes constitucionales para atarnos a su positivismo jurídico del estatismo y su corolario económico, el neomercantilismo.
“Kant dio origen a la técnica requerida para vender nociones irracionales a los hombres en una época escéptica, cínica, que formalmente había rechazado el misticismo sin captar los rudimentos de la racionalidad. La técnica es la siguiente: si se desea difundir una idea atrozmente mala (basadas en doctrinas tradicionalmente aceptadas), su conclusión tiene que ser muy clara, pero su prueba debe ser incomprensible. Su prueba debe ser tan enmarañada que paralice la facultad crítica del lector, una mezcla de evasivas, subterfugios, confusiones, circunloquios, conclusiones erróneas, frases interminables que no conducen a ninguna parte y grandes trozos de afirmaciones arbitrarias introducidas en referencias obvias, eruditas, a distintas ciencias, a seudociencias, a aquellas que nunca serán ciencias y lo indemostrable; todo eso basado en un cero: la ausencia de definiciones. Ofrezco como evidencia la crítica de la razón pura”, explicó Ayn Rand, la epistemóloga que demolió el místico sistema kantiano, y que contaminó la ciencia, ética, política y cultura contemporánea.
El autor es docente universitario

