ÓRGANOS DEL ESTADO

¿Quiénes son los golpistas?: Rubén Darío Paredes

Nada irrita tanto a los diputados como cuando se le menciona eliminar la reelección inmediata en una nueva Constitución, paso obligado e impostergable para la depuración y sincronización hacia un Estado perfecto, al garantizar el avance del triciclo de los tres órganos del sistema.

Si el presidente Juan Carlos Varela hubiese reparado las ruedas traseras del velocípedo del Estado, desde su llegada a la Presidencia –como se había comprometido, espontáneamente, mediante una nueva Constitución o contrato social– seguro el avance y productividad de la gestión de su gobierno estarían hoy en altas calificaciones.

Vale decir, entonces, que no es suficiente que la rueda delantera del Ejecutivo se encuentre lubricada, en buen estado y que el presidente –¡quien fuere!– pedalee al infinito con toda la energía de que es capaz, si las dos de atrás, el Legislativo y Judicial, hace tiempo se poncharon y hoy son anclas.

Es necesario precisar, además, que es el modelo institucional ya exhausto y desprestigiado que rige en la Asamblea –más que la conducta y la condición moral de todos aquellos que alcanzan una curul– lo que ha venido propiciando semejante deterioro o la sensación de grave corrupción y desprestigio institucional ante los gobernados (el soberano). Es decir, que resulta más fuerte la metástasis progresiva de la corrupción en la Asamblea Nacional, que la voluntad y moral de sus integrantes, entre ellos –por supuesto– algunos incorruptibles, aunque pocos.

Ante este escenario, y según declaraciones del presidente de la Asamblea, Rubén De León, a un medio televisivo, surge la pregunta obligada: ¿Cómo es posible que el presidente, el ministro de Economía y Finanzas y el contralor de la República se muestren indiferentes ante la asignación mensual, a cada uno de los 71 diputados, de 40 mil dólares, sin control previo de la Contraloría ni la rendición de cuentas posterior?

Esto representa, mensualmente, 2 millones 840 mil dólares y, en 12 meses, suma 34 mil 80 millones de dólares de nuestros impuestos. ¿No les parece que se trata de un grave peculado institucionalizado?

Mientras se desembolsa esta cifra millonaria, en la propia capital hay hogares cuyos miembros nunca se han podido bañar bajo una regadera, sino con mangueras, totumas o latas vacías. ¿Qué mensaje se le envía a un padre de familia, cuando ve las noticias de los diputados privilegiados mientras su prole, con bajo peso, desayuna arroz dormido y, quizás, un huevo para luego ir a la escuela? ¿Y qué decirle a los más de 300 mil indígenas de las comarcas, muchos de los cuales mueren antes de cumplir los 65 años a causa de desnutrición, tosferina, tuberculosis y otras enfermedades transmitidas por parásitos? Esos que viven en la marginación social, ante el desprecio y el olvido de todos nosotros. Hace apenas unos días escuché cuando un diputado, encrespado e iracundo, dijo: “Esta Asamblea es el reflejo de nuestro pueblo”. ¡Sin comentarios!

Otros –por cierto muy pocos– señalan que el suscrito es un “golpista”, por el solo hecho de sugerir que si ese órgano del Estado no mejora, después de un acto de contrición moral política de sus integrantes, principalmente por la vía constitucional, como lo explican los artículos 313 y 314, definitivamente, habría llegado el momento de cerrarlo… Algo parecido a lo que sucede cuando se amputa una extremidad gangrenada para salvar la vida del afectado.

Considero que hay que poner a la Asamblea Nacional en pausa, hasta que redactemos una nueva Constitución, y que los 100 millones de dólares que se le asignan del presupuesto estatal se utilicen en la construcción de un nuevo hospital del niño, con profesionales del primer mundo que atiendan a los niños panameños y a muchos otros de Latinoamérica y el Caribe.

Es importante que todos seamos conscientes de que algunos diputados propician –con su silencio– el statu quo. Es decir, que las cosas no cambien, no solo por recibir cuantiosos beneficios económicos, de forma sospechosa e injustificable, sino porque en esa oscuridad y en ese laberinto de componendas, tan cuestionadas, destacan quienes de forma egoísta llevan adelante sus propias agendas y propósitos políticos. El estado de descomposición moral de la Asamblea ha progresado al extremo, que si resucitasen Belisario Porras, Manuel Amador Guerrero, Carlos A. Mendoza, Roberto Chiari, Arnulfo Arias y Omar Torrijos serían alcanzados y devorados por esta metástasis parlamentaria. Entonces, respetables conciudadanos amigos, preguntémonos: ¿quiénes y en dónde están los verdaderos golpistas que mantienen secuestrada nuestra democracia?


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