Semana a semana, el mundo parece más absurdo. Cualquier noticiero o periódico confirma que a este planeta nuestro parece habérsele perdido algún tornillo. En Estados Unidos, otro par de masacres a manos de “locos” que se compraron rifles de asalto y decidieron desahogar sus frustraciones y traumas contra el prójimo. Más de 50 muertos en un concierto en Las Vegas, y más de 25 en una iglesia en Texas, siguen sin ser suficiente motivo para que se tome la responsable -y sensata- decisión de poner límites al acceso indiscriminado a las armas en Estados Unidos. Y el abordaje que le dan los medios a estas masacres es surrealista. Para la opinión pública estadounidense, si un musulmán agarra un camión y atropella a ocho personas en una ciclovía de Nueva York es un acto de terrorismo. Pero cuando un gringuito con el cuello colorado agarra una ametralladora y apambincha a un montón de paisanos, es un acto de “un loco”. Porque la palabra “terrorista” pareciera estar vedada para cualquiera que no mire a La Meca a la hora de rezar.
Y las explicaciones del porqué ocurren estas cosas son como de una comedia de Abbot y Costello. Después de la masacre de Las Vegas, el bicho ese que vive en la Casa Blanca desde hace un año se salió con la explicación de que “no tiene nada que ver con el control de armas, sino con un problema de salud mental en Estados Unidos”. Hay que reconocer que no deja de tener su punto, si tenemos en cuenta que un país donde pudieron elegirlo a él para dirigirlos, es evidente que la salud mental no es su fuerte. Al margen de que, basado en el más elemental sentido común, si un lugar tiene una alta incidencia de enfermedades mentales violentas, no es buena idea repartir machetes entre los vecinos.
Sin embargo, el premio a la sugerencia más original se lo ganó el fiscal de Texas, donde se dio el tiroteo, cuando sugirió que la solución al problema de las masacres como la del domingo pasado es que más gente tiene que ir armada a la iglesia. Al leerlo, recordé una expresión que solía decir mi abuela cuando algo estaba fuera de lugar o no encajaba en determinada situación: “Eso le queda, como a un Cristo dos pistolas”. Solo me imagino lo que serán las misas en Texas cuando un “loco” saque un arma y la mitad de los asistentes “se cubra” detrás de las bancas, y monten un tiroteo estilo spaghetti western. Solo faltaría la música de Ennio Morricone.
Esta semana, en una elección en Virginia, los republicanos fueron arrasados por los candidatos demócratas. El genial Trump considera que eso pasa porque esos candidatos “no lo siguen a él”. El detalle que en todos los sondeos de opinión su popularidad vaya cayendo como paracaidista con mochila, parece que no tiene relevancia alguna o son fake news, como le llama a toda opinión contraria a sus intereses. Pero el hecho de que los ganadores fueran un afroamericano, una transexual, un socialista y dos latinas, genera un rayito de esperanza.
Pero aún así, una encuesta publicada recientemente reveló que algo más de un tercio de los republicanos en Estados Unidos piensan que la libertad de prensa es dañina para la sociedad. Lo cual, obviamente, debe hacernos pensar que en el tema de derechos humanos la cosa no va bien.
Y Europa no se queda atrás. Por un lado el brexit, que la Unión Europea tiene más interés que los ingleses en que termine de concretarse. Los catalanes con su ridícula independencia autoproclamada y “simbólica” -según dice para evitar la cárcel la presidenta del parlament-, mientras el desquiciado Carles Puigdemont hace el ridículo en Bruselas. Y toda la sarta de nacionalistas cuasi nazis que parecen proliferar como hongos venenosos en centro Europa.
Pero, como Panamá no puede quedarse atrás, esta semana tuvimos el show de la lista de Odebrecht. En ese sentido, tenemos que reconocer que el gobierno actual ha propiciado que ocurran cosas que nunca antes habíamos ni soñado. Por la razón que quieran, en este momento hay un expresidente preso, hay muchos funcionarios de alto perfil involucrados en investigaciones por corrupción, y hay serias sospechas de que esa lista crecerá hasta envolver a muchas otras figuras cercanas incluso al gobierno actual. Pero lo que no termina de cuadrar es que una donación “indirecta” de “la empresa más corrupta de la historia de Latinoamérica” y que llega a un partido a través de la fundación de un familiar, no tiene nada ilegal porque se reportó al Tribunal Electoral, mientras se archiva el expediente correspondiente. Eso, como decía una canción de los 70: “Huele a quemao”.
Mientras, un globo aerostático de Google, parte de un proyecto para proveer de internet a toda la humanidad, cayó en la comarca Ngäbe Buglé, y los habitantes han pedido “un rescate” de 4 millones de dólares para devolverlo. Como que: “originarios querer cobrar toda la conquista a Google”.
Si ponemos todo esto en contexto, me parece que no es absurdo decir que el mundo, como la guagua de Juan Luis Guerra: va en reversa.
El autor es cardiólogo.