Esta semana pasada ha sido tan variada como complicada, no solo en el ámbito latinoamericano, sino a nivel internacional, con una mezcla de algunas buenas noticias y otras no tan buenas, y otras que quisiéramos que se concretaran para tener excelentes noticias, pero tanta belleza junta no se da.
Por un lado, como latinoamericanos, muchos celebramos que una venezolana haya sido elegida para recibir el Premio Nobel de la Paz. María Corina Machado fue despertada alrededor de las 5:00 a.m. del viernes 10 de octubre con las palabras de Jørgen Watne Frydnes, presidente del Comité Noruego que otorga el galardón cada año, quien le dijo: “El Premio Nobel de la Paz 2025 recae en una valiente y comprometida defensora de la paz, una mujer que mantiene viva la llama de la democracia en medio de una creciente oscuridad. El Comité Noruego del Nobel ha decidido otorgar el Premio Nobel de la Paz 2025 a María Corina Machado”.
Este inesperado anuncio tomó por sorpresa a muchos que esperaban que fuera otra persona la favorecida. La realidad es que este es un reconocimiento que ha sido recibido por otras grandes personalidades de nuestro continente, incluidas figuras de la talla de Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Adolfo Pérez Esquivel y Mario Vargas Llosa, y ahora María Corina, que se convertirá el próximo 10 de diciembre en apenas la segunda latinoamericana en recibir la distinción por la paz, por su labor en Venezuela, detrás solo de Rigoberta Menchú, de Guatemala. Algunos han criticado la designación por razones que no vale la pena mencionar ahora, pues los que hemos vivido un enfrentamiento contra fuerzas militares y gobiernos de facto, como lo ha hecho la indiscutible lideresa venezolana, sabemos lo que este espaldarazo conlleva.
Saliendo de nuestro continente, muchos aplaudimos el acuerdo alcanzado para lograr el alto al fuego en el área de Gaza, en el Medio Oriente, entre Israel y el grupo Hamás. Sin embargo, luego de la entrega de los rehenes que llevaban dos años secuestrados, poco se ha visto cristalizado de la anhelada paz que se buscaba en esa región. Incluso, se está escuchando y viendo que los ataques de ambas partes se han reanudado. Como siempre digo, hay que alimentarse de la información buscando todas las fuentes posibles, porque si no, solo nos convertimos en el altoparlante de una “propaganda” que no le hace ningún bien al conflicto.
No veo cómo alguien puede alegrarse por la reanudación de un conflicto que, si bien es cierto, lleva siglos, no nos guía a ningún lugar más allá que a la muerte sin sentido de “justos y pecadores”. Alegrarse porque el acuerdo no se cristalizó y eso deja mal parado a uno de los gestores del mismo, no tiene sentido. La búsqueda de la paz es algo que nos debería incumbir a todos. Pensar que un solo lado se debe beneficiar de un acuerdo, sea cual fuere, no tiene sentido, pues es como tirar piedras a una casa con techo de cristal. Tarde o temprano se quebrará, y con ello entrarán el agua y el fuego.
En medios internacionales, se comenta la elección de un nuevo presidente en Bolivia, donde Rodrigo Paz derrotó en segunda vuelta, con un 54% de los votos, a Jorge Tuto Quiroga, y la “tendencia es irreversible”, según dijo el presidente del órgano rector de las elecciones, Óscar Hassenteufel. Es la primera vez en 20 años que la izquierda boliviana pierde la elección presidencial, marcando un nuevo hito en esa nación suramericana.
Mientras tanto, en el norte del continente, los partidos estadounidenses se preparan para una elección el próximo mes, donde se elegirán algunos gobernadores, legisladores estatales, alcaldías y una que otra elección para escoger escaños vacantes en el Congreso de Estados Unidos de América. Estas elecciones, si bien es cierto, no son tan importantes como las que se darán en noviembre de 2026, sí pudieran definir un camino más o menos pedregoso para el Partido Republicano, que busca consolidar el control que tiene de ambas cámaras en el referido Congreso, lo cual afectaría el desempeño del actual ocupante de la Casa Blanca.
La verdad es que nuestro bello continente sigue ajetreado y pareciera que el tiovivo en el que estamos montados no nos permite bajar la velocidad y mucho menos bajarnos del mismo, hayamos o no pagado el pasaje.
El autor es dirigente cívico y analista político.


