Dadas las circunstancias históricas, tocará organizarse para encarar no al presidente Donald Trump únicamente, sino al irredentismo estadounidense, no por la fuerza de las armas, dicho sea de paso, no tenemos ejército–, sino por la fuerza de las ideas, la autodeterminación y la unidad nacional popular.
Dos experiencias transcendentales en esa dirección: el Congreso por la Soberanía, el primero fue organizado en 1964 y, el segundo, cincuenta años después, en el 2014. El I Congreso Universal del Canal se organizó en 1997, al treinta aniversarios de la firma del Tratado Torrijos-Carter.
El primero de estos Congreso sería de índole popular y, el segundo, de corte institucional, ambos buscarían la solidaridad internacional. El Gobierno tendría que destinar los fondos para organizarlos plenamente. Necesitamos mirar nuestros problemas con luces largas. Trump continuará con su doctrina del shock, como diría Naomi Klein, ya que, cada una de sus medidas tiene impacto en nuestra “psicología social”, creando confusión en la población para satisfacer su voraz apetito. Recordemos aquella icónica frase de John Quincy Adams cuando dijo: Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses.
El II Congreso por la Soberanía lo organizó la Universidad de Panamá, podría presidirlo nuevamente, aglutinando a otros sectores de la sociedad, como los sindicatos, gremios magisteriales, organizaciones comunitarias, movimientos sociales, nacionales e internacionales y grupos afros e indígenas. El tópico central sería la soberanía ante el irredentismo estadounidense en pleno siglo XXI.
El II Congreso Universal por el Canal sería más de corte institucional, con participación del sector privado interesado globalmente, las instituciones gubernamentales, partidos políticos y la academia. Se podrá contar con la rica experiencia de algunos negociadores aún activos del Tratado Torrijos-Carter, convocar a todos los países firmantes del Tratado de Neutralidad y, en fin, convidar a la solidaridad internacional.
En ambos casos se busca ir más allá de las reacciones a las medidas irredentistas, de la servidumbre del Gobierno ante las peticiones de Trump y, contar con una hoja de ruta estratégica propia. Urge calibrar nuestras ideas para darle una fundamentación sólida. Aunque ambas propuestas puedan coincidir intermitente, no necesariamente son lo mismo, pero sí complementarias. Por eso, se requieren de ambos esfuerzos. El problema no lo resolverán los asesores y lobistas, sino a través de un movimiento nacional, popular, orgánico y multilateral.
El autor es doctor en filosofía.