La muerte de Frank Gehry, uno de los arquitectos más influyentes del último siglo, invita a reconocer el alcance de una obra que transformó la manera en que el mundo entiende los espacios públicos, el diálogo entre forma y emoción, y el poder cultural de la arquitectura.
Su vínculo con Panamá no fue circunstancial: el Biomuseo se convirtió en su primera obra en América Latina y, desde su concepción, encarnó un desafío monumental que unió a la Fundación Amador, al Estado panameño y a un equipo científico excepcional decidido a narrar la historia natural del istmo.
Lejos de ser un simple edificio icónico, el Biomuseo elevó la marca país, dinamizó el turismo y proyectó a Panamá como puente de biodiversidad en las Américas. Gehry insistía en que todos debemos esforzarnos por conservar la vida del planeta, hoy bajo amenaza. Su mensaje vuelve a resonar: la arquitectura puede ser belleza, pero también conciencia y responsabilidad colectiva ante el futuro que compartimos.