El cierre de 2025 deja un balance incómodo. Hubo avances puntuales, pero las sombras terminaron pesando más que las luces. Se logró destrabar la reforma a la Caja de Seguro Social, un tema postergado durante varias administraciones, y ese solo hecho marca un hito. Sin embargo, el año fue especialmente duro para la educación, con extensos períodos sin clases que profundizaron brechas ya graves y dejaron secuelas difíciles de ignorar.
En materia de justicia, el saldo es claramente deficitario. La impunidad volvió a ocupar titulares, con ejemplos elocuentes como el asilo concedido al expresidente Ricardo Martinelli, condenado por corrupción y lavado de dinero, y la falta de consecuencias institucionales frente a fallas reiteradas del sistema. Tampoco hubo voluntad política suficiente, ni del Ejecutivo ni de la Asamblea Nacional, para impulsar reformas profundas que corrigieran esos vacíos.
En lo económico, aunque el país cumplió la meta de déficit fiscal del 4% y mantuvo un crecimiento moderado, el llamado chen chén no llegó a la mayoría. Cerca de un millón de panameños sigue buscando empleo, confirmando que el crecimiento no se tradujo en bienestar cotidiano.
En medio de ese panorama, la clasificación de Panamá, por segunda vez, al Mundial de fútbol ofreció un respiro colectivo en un año marcado por más sombras que avances.