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Hoy por hoy: Mulino y la sombra del nepotismo



El reciente nombramiento del hermano del presidente José Raúl Mulino como embajador en Portugal ha vuelto a poner sobre la mesa ese oscuro y familiar fantasma del nepotismo, que en Panamá nunca termina de irse. Como si estuviera escrito en un código secreto del poder, cada gobierno parece tener la tentación de perpetuarlo. La ciudadanía critica con indignación los nombramientos de los parientes de la rectora de la Unachi, y no hace tanto, se cuestionaba con igual fuerza al ministro de la Presidencia de Juan Carlos Varela por designar a su sobrino y al ministro de Gobierno por premiar con un cargo a su cuñada. En aquellos días, se proclamaba que el nepotismo era un mal que había que extirpar de la función pública. Mulino no puede, por un lado, criticar los nombramientos de parientes de la rectora de la Unachi y, por el otro, justificar los suyos bajo el argumento de la confianza personal, como si fuera suficiente para lo injustificable. No solo ha elevado a su hermano a la embajada, sino también a su cuñado y al sobrino del Ministro de Relaciones Exteriores. Estas designaciones no son meras decisiones administrativas, sino gestos que riñen de frente con el Código Uniforme de Ética de los Servidores Públicos, que implora, sin ser escuchado, que el mérito y la capacidad prevalezcan sobre la sangre y el apellido. Sin embargo, siempre se puede corregir. Mulino tiene ante sí la oportunidad de demostrar que su palabra contra la corrupción no son solo frases vacías. Rectificar sería enviar un mensaje claro y coherente, y alinear su discurso con la transparencia que tanto ha prometido.

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