El Día de los Derechos Humanos llega este 10 de diciembre con un recordatorio contundente: en nuestra región, la dignidad sigue siendo un campo de disputa. El Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado no es solo un reconocimiento; es una denuncia global del deterioro democrático y humanitario en Venezuela. La represión, los presos políticos, la censura y el éxodo masivo revelan un país donde los derechos dejaron de ser garantía y se convirtieron en excepción.
El panorama se agrava con la reciente tensión geopolítica en el Caribe, tras ataques estadounidenses contra embarcaciones vinculadas al régimen. Cuando la fuerza sustituye al derecho, quienes terminan pagando son siempre los más vulnerables.
Este 10 de diciembre no basta con conmemorar. América Latina debe mirarse en el espejo venezolano y reconocer que la erosión democrática comienza en silencio. El Nobel no celebra la libertad: evidencia su ausencia. Y obliga a la región a reafirmar, sin ambigüedades, su compromiso con la dignidad humana y la defensa de los derechos fundamentales.
