Las revelaciones sobre los viajes constantes de Raúl Guillermo Rodríguez Castro —nieto del general Raúl Castro y figura históricamente cercana al círculo militar-empresarial cubano— obligan a revisar con seriedad la opacidad que rodea la relación entre La Habana, Caracas y Panamá. Los registros muestran un patrón sostenido: visitas frecuentes en jets privados, vuelos sin constancia migratoria, acompañantes de alto perfil político y militar, y un punto de conexión reiterado en Panamá.
En esa misma ruta aparece el empresario panameño Ramón Carretero Napolitano, protagonista de un circuito triangular que durante años enlaza Caracas, La Habana y la ciudad de Panamá.
Su relación operativa con aeronaves también usadas por Rodríguez Castro, y el hecho de que uno de esos aviones trasladara al entonces candidato José Raúl Mulino a Costa Rica dos semanas antes de las elecciones, plantea preguntas necesarias sobre estas coincidencias.
No se trata de insinuar conclusiones, sino de subrayar un principio básico: cuando los vuelos se vuelven constantes, pero las explicaciones no. La democracia exige claridad.
