Pocos países aplican un impuesto sobre la renta territorial. Esto es, que gravan solamente las rentas obtenidas dentro de las fronteras nacionales. Ese es el caso de Panamá, de otros países de Centroamérica, de Paraguay, algunos pocos en África, y de Turquía. El inmenso resto aplica impuestos sobre la renta obtenida por los residentes de un país, no importa dónde se obtenga.
El caso de Estados Unidos (EU) es distinto. Grava a sus ciudadanos y residentes, no importa dónde obtengan sus rentas. Esta es la renta mundial.
Panamá se ha visto, poco a poco, cercada por las presiones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) para acceder a intercambiar información fiscal sobre las personas naturales o jurídicas domiciliadas aquí, pero que, a la vez, son residentes de otros países. Es el caso de los miembros de la OCDE, y algunos de Latinoamérica, y EU.
En el caso de la OCDE, a través del Foro de Competitividad y los denominados BEPS (Erosión de base imponible y traslado de beneficios), estamos entregando información fiscal. En el caso de EU, a través del Fatca. Las contrapartes nuestras se comprometen a entregarnos información en igual correspondencia. Misma que en estos momentos no tiene ningún valor para nuestro país, por cuanto que, al aplicar un régimen de renta territorial, no tiene ninguna utilidad la información sobre la renta obtenida por personas o empresas domiciliadas en Panamá, en otras latitudes.
Una simple pregunta se coloca en la mesa: ¿Será que nos conviene seguir en este sistema, o nos valdría cambiarlo por uno de renta territorial a renta mundial?
Claramente, si hay un cambio, habrá ganadores y perdedores. En un ambiente mundial de transparencia fiscal y en el que se pretende, de acuerdo a la ortodoxia pregonada, que los movimientos de capital sean por productividad de la inversión y no por incentivos fiscales, ¿cómo quedaría nuestro país? ¿Tenemos una administración tributaria moderna y técnicamente entrenada para atender ese reto?
Prometo que volveré sobre el tema, porque es importante para nuestro país. Y no podemos darnos el lujo de no pensar ni ver lo que en el futuro, más o menos inmediato, se nos viene encima.
