Leí el artículo de Américo Alvarado Guadamuz: “Cómo incendiaron El Chorrillo”, el pasado 25 de diciembre.
Si bien su relato es de ese triste episodio que él evidenció, no relata lo que pasó justamente antes de esos ataques de los que yo pude ser testigo.
El día de la invasión se repartieron volantes, llamados pasaportes a la libertad, firmados por el general Mark Cisneros para que fueran utilizados como salvoconductos. Estos decían: “Este pasaporte es para uso de la Fuerzas de Defensa, Batallones de la Dignidad y Codepadi. Si se presenta a Estados Unidos, le garantizamos su seguridad, acceso a facilidades médicas, comida y un lugar de descanso y recuperación”.
No solamente las Fuerzas de Defensa hicieron caso omiso a este llamado, sino que cuando los soldados norteamericanos ingresaron a El Chorrillo en varios vehículos APC (Armored Personnel Carriers) con altavoces les pidieron a los soldados y oficiales de las Fuerzas de Defensa (FF.DD.) en el cuartel central que se rindieran. En lugar de rendirse, abrieron fuego contra los soldados, al estilo Rambo, razón por la cual los norteamericanos llamaron los helicópteros que lanzaron cohetes contra el cuartel central y, desafortunadamente, en lo que llamaríamos daños colaterales, se incendiaron las casas de madera de El Chorrillo.
Todo esto detonó una verdadera batalla de los dos bandos que, entre confusiones y malas decisiones, empezaron a morir de forma innecesaria panameños a causa de las balas. La pregunta aquí es qué hubiese pasado si los “defensores de la patria” hubieran rendido sus armas.
Siempre me he preguntado lo siguiente y nadie habla de eso:
Cuando Noriega se dio cuenta de que estaban bombardeando puntos clave de la ciudad y soldados tomando control de la ciudad, por qué en lugar de correr a esconderse de casa en casa como una gallina, no se presentó inmediatamente a la Nunciatura (cosa que hizo después) y eso hubiese evitado todo el desastre que ocurrió. Y en su lugar, emisoras y oficiales de las FF.DD., incluyendo al comandante Delgado Diamante (hoy dizque prominente abogado) azuzando a los civiles a defender a la patria junto con los infelices Batallones de la Indignidad. Y hasta transmitían en las emisoras “¡adelante pueblo panameño, que les estamos ganado a los gringos!”.
La prueba está en que el mayor Del Cid, del cuartel de David, izó la bandera blanca al ver que las fuerzas estadounidenses llegaban, y allí no murió ni un pollo, y en la tarde los niños paseaban en los tanques de guerra alrededor del parque con los norteamericanos.
El general Cedrás, de Haití, para evitar una invasión, se rindió y se fue del país entregando el poder. Qué lástima que Noriega y sus seguidores no hicieron lo mismo y no evitaron todo el trastorno que fue la invasión y este triste pasaje de nuestra historia republicana.
Estas son las versiones que jamás se publican, y el día que queramos hacer docencia, pues habrá que incluir esto como parte de la historia.
Incluyendo las películas que hacen del tema, como la reciente “Invasión”.
El autor es ciudadano
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