Insurrección en el Titanic

En los últimos 15 días hemos vivido una intensa y legítima protesta nacional. Pero a medida que se asienta el polvo del estallido, va quedando claro que las exigencias de fondo son, por más prebendas y por más Estado. Los de la mesa, como en el comedor del Titanic quieren el mejor puesto y el mejor vino. El gobierno, mesero hacendoso, ve cómo complace a cada uno, con la chequera ajena. Mientras tanto la nave del país, con una tripulación incapaz y distraída, va como el Titanic, de frente al témpano de la inviabilidad económica y política.

Nadie puede negar que las protestas nacionales tuvieron legítima causa. La suma de la corrupción, incapacidad gubernamental, amiguismo y despilfarro, aunado a aumentos incontrolables del costo de la vida pusieron a la gente en la calle. Al principio, las exigencias fueron específicas y pocas. El gobierno reaccionó torpe y tímidamente. La protesta creció y se atomizó. La atomización incubó anarquía y agendas. Y las agendas empezaron a converger en lo de siempre; que el gobierno nos cargue. Mas rápido que tarde, afloran las ponzoñas del populismo.

Está claro que, a cortísimo plazo, abatir las presiones de los altos precios supondrá algún tipo de control, techo o restricción, siempre con costos crecientes al país y al ciudadano. Pero, aparte de arbitrario e improvisado, ¿resisten las finanzas públicas desviar recursos adicionales a más subsidios? Muy difícil.

Tristemente somos un país de adictos a los subsidios y por ello, poco inclinado a trabajar y ahorrar. El panameño promedio no paga impuesto sobre la renta, paga poca luz, transporte barato, si tiene una casa es con hipoteca subsidiada, y con toda seguridad es beneficiario directo o indirecto del Ángel Guardián, 120 a los 70 o cualquier otro de los tantos planes de apoyo. De igual manera, los sectores productivos también son adictos a la protección estatal con o sin subsidios.

Buena parte del comercio y la producción gozan de altos aranceles y exoneraciones a los ingresos. Pero, muchos son ayudas a la producción, no al consumo.

Por otro lado, el manejo de la Hacienda Pública es lamentable, por un lado, los políticos han descubierto la vieja fórmula romana del “pan y circo” para entretener a la masa mientras pelechan del erario público.

(Ahora, la fórmula les falló o porque no repartieron el “Macallan” o por el insoportable nivel de descaro y altanería del gobierno y …de Etelvina.).

Y el Ejecutivo, no lo puede hacer peor. Ante la crisis recurre a endeudarse para sostener la demanda, ok, muy bien. Pero, no poniendo el dinero en obra pública ni en empleos productivos, sino a engordar y crecer la masa de funcionarios y los gastos de operación que esta engrosada burocracia requiere, y todos, con el noble fin, de parasitar. Ahora tenemos niveles de deuda restrictivos y con pronóstico de mayores costos de interés. ¿Cómo piensa entonces el PRD cumplir con la lista que le impone la mesa de Penonomé? ¿Pensará el PRD cambiar el modelo económico para salvar su pellejo?

Y mientras en el comedor del Titanic, siguen viendo cómo sacan su tajada, nadie le importa que el país, sigue veloz, hacia al témpano. Un enorme bloque donde destacan, una crisis pensional, la degradación del grado de inversión del país, elecciones políticas sucias donde las posibles fuerzas de cambio están maniatadas por ley, un sistema educativo en bancarrota secuestrado por maestros incapaces y quienes, hoy, sus salarios superan al del 80% de los asalariados del país, un sistema judicial débil, sin capacidad ni independencia para conjurar la corrupción y el delito. Y mucho más.

Y, el resto de los pasajeros del Titanic, que no están tratando de acomodarse en el comedor, ¿dónde están? Bueno, igual que en la película. Viendo a ver qué traje les combina para la fiesta de la noche, envidiando al vecino que tiene más plata o, en fin, pensando que lo que pasa allá, no es su problema.

Encima de todo, como en la realidad, solo hay salvavidas para unos pocos. Y el agua del exilio es oscura y fría.

El autor es director de la Fundación Libertad

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