La conquista y colonización de territorios en el nuevo mundo por parte de España y de otras potencias del viejo continente, en una línea de tiempo, se inicia en el siglo XV y se extiende, según muchos expertos en la materia histórica, hasta el siglo XIX. Aquel proceso de conquista tuvo como políticas: el agrandamiento del poder territorial de los reinos, incrementos de la base del pie de fuerza, explotación de recursos para el enriquecimiento del reino y de los más allegados a la corona, y el financiamiento de otros y todos los proyectos de tal naturaleza en el mundo en los cuales participaban. Pareciera, y tristemente lo es, la forma y la manera típica de vivir del ser humano, y lo ha sido desde siempre y hasta el presente; todavía hoy muchos emulan al sacro Imperio Romano.
Sin embargo, en aquel llamado proceso de conquista y colonización, la gran variable comercial, principalmente más que la geopolítica, le hace sufrir variaciones a mediados del siglo XIX; surge así una nueva modalidad basada en dejar hacer a aquellas colonias, pero con la presencia física del comercio internacional a través de empresas de las naciones poderosas en aquellos territorios convertidas en nuevas naciones. A este nuevo modelo de colonización y sometimiento, Jean-Paul Sartre, en los años 60, le acuña el nombre neocolonialismo.
Se trata de la nueva forma de dominación de naciones pobres nacidas en América y África, surgidas en su gran mayoría a partir del siglo XIX y que son producto de un modelo y cultura de dependencia, sin capacidad de producción y de cómo satisfacer sus necesidades básicas, sin capacidad de tecnología. Ese nuevo proceso está presente hoy y continúa su actuar y modernización en todas aquellas naciones surgidas y concebidas en el nuevo modelo como naciones proveedoras de materia prima y de consumo.
El surgimiento de esa cantidad de nuevas naciones, con las características antes descritas, entre ellas Panamá, fue y es el producto de un proceso concebido, cruel y despiadado, basado en la diferenciación social y discriminación, y que aún el nuevo sistema de colonización mantiene presente, grande y solapadamente. Su efecto colateral en dichas sociedades es el statu quo y la falta de avance en el desarrollo.
Ahora, no conformes con la presencia física comercial a través de empresas de dominación en un pedazo de suelo y su participación en la cartera de empleos (KFC, McDonald’s, Coca-Cola, Pepsi, Popeyes, farmacéuticas, aerolíneas, navieras, etc.), también invierten en infraestructura para la extracción de recursos naturales (carreteras, puertos, ferrocarriles, aeropuertos, etc.). Además, crean nuevos conceptos en el orden económico internacional que obligan a estas endebles sociedades a actuar de la forma y manera que ellos conciben como buena para sí, haciéndolos ver como aptos para el mundo. Ejemplos de esto son la globalización, los tratados de libre comercio (TLC) y la Organización Mundial del Comercio (OMC). También crean entes crediticios para mantener subordinadas a estas naciones bajo la fuerza coercitiva de la deuda externa (BID, BM, BIRF, más toda la enorme y larga lista de banca internacional cuyos dueños son los mismos actores del neocolonialismo).
Aunado a lo anterior, someten y mantienen bajo amenazas y bajo una especie de juegos de miedo a estos países, con procesos de medición y adivinanzas del desarrollo y comportamiento de las economías, con el objetivo de mantener el control a través de deudas impagables.
En el caso gringo, sus políticas de gobierno, unos más que otros, mantienen vigente el factor del miedo bajo amenazas de acciones comerciales, de juegos de guerra con acciones de invasión territorial típicas de los siglos XIX y XX. Si no se cumplen sus demandas y deseos, hacen que estos países chicos e indefensos sean presas u objetos de sus juegos de guerra y de poder con otras naciones poderosas en las que ambos mantienen intereses.
De modo que Panamá, más que otro país tercermundista de América, se maneja entre el miedo, las amenazas y las mentiras del neocolonialismo gringo. Porque pretende y quiere dejar claro su sentir de que solo salieron, supuestamente, del territorio sus tropas militares, pero que continúan siendo los que dictan las políticas de gobierno y de economía de este país a través de su modelo neocolonialista, el cual debemos no solo prestar atención, sino acatar. Las visitas, como las de de un Rubio hoy o de un Moreno mañana, siempre han de llegar y estar presentes a través de cualquiera de sus medios.
El autor es abogado/urbanista.