El crecimiento desmedido del parque vehicular en las áreas metropolitanas representa uno de los mayores desafíos para el desarrollo sostenible del país. Durante los últimos cuatro años, la incorporación anual de aproximadamente 55,000 vehículos nuevos —cerca de 220,000 unidades en total, predominantemente de combustión fósil y concentrados en Panamá, Panamá Este, Panamá Oeste, Penonomé, Santiago y David— ejerce una presión insostenible sobre la infraestructura vial, la calidad ambiental y la cohesión social.
Según la Autoridad del Tránsito y Transporte Terrestre (ATTT), Panamá tiene una de las tasas de motorización más altas de Centroamérica, con 300 vehículos por cada 1,000 habitantes. Esta densidad, concentrada en apenas 20% del territorio, ha saturado la capacidad vial. En el área metropolitana —donde circula más del 70% del parque vehicular nacional— la congestión reduce la velocidad promedio a menos de 20 km/h en horas pico. Avenidas como Calle 50, Transístmica, Frangipani, Vía Brasil y Vía España muestran una disminución sostenida en su funcionalidad debido al alto volumen de autos, buses y camiones.
El problema se agrava por la composición tecnológica de la flota: 95% depende de combustibles fósiles (70% gasolina y 30% diésel), con una antigüedad promedio superior a 15 años —aunque disminuye por la entrada de vehículos nuevos—. Los autos con más de 10 años emiten niveles desproporcionados de contaminantes, lo que contribuye a que el transporte represente más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), según el Inventario Nacional.
En términos económicos, la congestión vehicular genera pérdidas superiores a $2,000 millones anuales en productividad, combustible y salud, de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo. Cada panameño pierde, en promedio, 120 horas al año atrapado en el tráfico.
Desde la perspectiva ambiental, la situación es crítica. Los vehículos de combustión interna son la principal fuente de contaminación atmosférica en zonas urbanas, emitiendo partículas PM2.5 y PM10 que superan hasta tres veces los límites de la Organización Mundial de la Salud. Esto se traduce en 3,000 muertes prematuras anuales por enfermedades respiratorias y cardiovasculares, con costos sanitarios superiores a $400 millones.
El transporte es, además, el sector de mayor crecimiento en consumo energético, representando 40% del total nacional, con una dependencia del 99% de combustibles derivados del petróleo. Esta vulnerabilidad expone al país a las fluctuaciones internacionales y compromete la seguridad energética.
Una transformación impostergable: cinco ejes estratégicos
Electrificación acelerada del transporte. Se requieren incentivos más robustos para vehículos eléctricos, que hoy representan menos del 2% de las nuevas inscripciones. La meta: 30% de ventas eléctricas para 2030.
Transporte público integrado y de calidad. Se necesita expandir el Metro y el Metrobús: al menos dos nuevas líneas de metro y cinco corredores exclusivos de buses hacia 2030, con integración tarifaria y renovación de flotas limpias.
Gestión de la demanda vehicular. Implementar restricciones basadas en emisiones, políticas de estacionamiento disuasivas en el centro y facilidades en estaciones periféricas como Villa Zaita.
Movilidad activa e inclusiva. Construcción de 500 km de ciclovías protegidas y peatonalización progresiva del Casco Antiguo, el centro bancario y corredores comerciales.
Ordenamiento territorial orientado al transporte. La nueva Ley 61 de 2023 debe aplicarse con rigor para promover ciudades compactas y de usos mixtos.
La movilidad sostenible no es un lujo, sino un requisito para la competitividad y la calidad de vida. Los próximos cinco años serán decisivos. Panamá puede convertirse en referente regional si actúa con voluntad política, coordinación institucional y participación ciudadana.
El costo de la inacción supera con creces la inversión requerida. Nuestra responsabilidad con las futuras generaciones exige decisiones firmes hoy, para construir un sistema de movilidad eficiente, limpio e inclusivo que impulse un desarrollo en armonía con el ambiente.
El autor es especialista en desarrollo sostenible y políticas públicas.

