La cultura suele definirse como el espejo de la La cultura suele definirse como espejo de la sociedad: un reflejo de nuestras luces, nuestras contradicciones, nuestra historia en movimiento. Pero cuando ese reflejo solo confirma lo ya conocido, cuando se limita a replicar hábitos, emociones o ideas que tranquilizan al espectador, surge una pregunta urgente: ¿la cultura debe únicamente representar... o también transformar?
En Panamá, como en muchos países, parte del ecosistema mediático y cultural ha tendido a privilegiar lo inmediato: la validación rápida, la demanda explícita, el entretenimiento seguro. La programación se construye, muchas veces, a partir de métricas de consumo y rendimiento, no desde valores simbólicos o formativos. Es una lógica comprensible, pero insuficiente.
La creación cultural no puede quedar restringida a lo que funciona comercialmente. Tampoco puede definirse solo desde la representación. Porque todo acto cultural, incluso el más ligero, moldea sensibilidad. Moldea lo que se considera posible, deseable, legítimo.
En mi experiencia, trabajando entre el mercadeo, la gestión cultural y el cine, he aprendido que los públicos no solo están preparados para la complejidad: la necesitan. Cuando se les habla con ambición estética y ética, responden. No se trata de imponer discursos, sino de confiar en la capacidad de la audiencia para expandirse.
Por eso, más que solo reflejar la sociedad, la cultura puede elevarla: introducir nuevas preguntas, ampliar los márgenes de lo imaginable, cultivar criterios más exigentes, dar lugar a voces no hegemónicas. No como gesto elitista, sino como acto de responsabilidad.
Esto no es una crítica a lo popular ni a lo masivo. Es un llamado a complejizar la conversación. A entender que la cultura, además de entretener, también educa. No en términos escolares, sino simbólicos: cada narrativa que circula nos dice qué vale, qué falta, qué se espera de nosotros.
Y ahí radica su poder. No en la representación literal del presente, sino en la posibilidad de imaginar algo más.
El autor es gerente de Cultura de la Fundación Ciudad del Saber.