En los últimos días ha salido a relucir el tema de una supuesta conspiración cuyo objetivo habría sido impedir que el actual presidente de la república, José Raúl Mulino, participara como candidato tras la inhabilitación del expresidente Ricardo Martinelli; hecho del cual, para algunos, ya se escuchaban comentarios en una sociedad pequeña como la panameña, donde casi no hay secretos, y considerando la forma en que se mueve la política criolla y sus círculos de poder, especialmente cuando las encuestas favorecían primero a Martinelli y luego a Mulino.
Esta presunta conspiración tomó fuerza con la reciente declaración pública de una abogada de apellido Karamañites, quien afirmó trabajar para la plataforma digital Foco, caracterizada por divulgar situaciones controversiales y objeto de demandas por difamación y calumnia. Ella mencionó a la señora Anette Planells, expresidenta del diario La Prensa, como supuesta integrante de dicha plataforma, lo que dejó en entredicho la ética periodística. El propio diario se desvinculó del hecho mediante un comunicado que señaló incumplimientos internos y conductas ajenas a sus valores institucionales, mientras algunos de los actores mencionados guardaron silencio. Esto recuerda la lectura de los llamados Varela Leaks, donde surgieron situaciones que revelaban conexiones con el Ministerio Público.
Si bien existe un derecho legítimo a presentar una acción de inconstitucionalidad contra una candidatura en un sistema democrático —aun con la incertidumbre que generó el reducido tiempo previo a las elecciones— lo ocurrido evidencia el descontrol y la falta de rigor en ciertas plataformas digitales que parecieran utilizarse más para difamar o extorsionar que para informar con ética, creando una distorsión de la realidad y afectando la honra de múltiples personas, muchas veces desde el anonimato o desde supuestas posiciones de impecabilidad.
Lastimosamente, muchas de estas situaciones quedan impunes y solo dejan un rastro de bochinche. Así ocurrió cuando una alta exfuncionaria divulgó una supuesta situación sin tener certeza alguna de los hechos, actuando con evidente irresponsabilidad.
Lo relevante de todo esto es que cualquier ciudadano puede quedar vulnerable a ataques de esta naturaleza, donde se le calumnia o extorsiona desde plataformas cuyos operadores carecen de escrúpulos y de ética, denigrando el respeto y la dignidad ajena.
Debo admitir que, como lector y colaborador del diario La Prensa durante muchos años, sentí que en algún momento se perdió el norte en aspectos esenciales. Espero que la nueva junta directiva, que lleva pocos meses, continúe encaminándose hacia una ética periodística sólida, basada en principios de respeto y lealtad a los valores democráticos. Amanecerá y veremos.
El autor es ex magistrado de la Corte Suprema de Justicia y docente universitario.