Nuestro país mágico no deja de sorprendernos. De entre tanto enredo, surge una novedad, una maravilla que parecía imposible: tenemos una máquina del tiempo.
Si bien solo funciona hacia el pasado, no deja de ser un logro increíble.
¿Crees que bromeo, amigo lector?
Gracias a la acción repetitiva de electores que, por más de 40 años, han seguido eligiendo a las mismas personas —sin importar que posean un prontuario mucho más extenso que su currículum vitae—, dentro de las entrañas del hemiciclo se ha logrado producir una fluctuación espacio-temporal que retrasa a regiones enteras.
Y así, haciendo uso de su particular gestión del modelo matemático, los honorables residentes del hemiciclo deciden qué región específica del país enviarán al pasado.
En la actualidad, han logrado retrasar por más de cien años a la región de la península de Azuero. No es poca cosa.
Mientras en la capital se utiliza agua potable que sale de cualquier grifo, en Azuero se vive con agua de lluvia, de pozo y de otras fuentes insalubres. Al haber sido enviados a inicios del siglo XX, sus habitantes no conocen los beneficios de la modernidad. No hay vías de comunicación más allá de trochas y caminos para carretas y caballos; la electricidad es casi un mito —al mejor estilo de Los Supersónicos—, pues debe ser ciencia ficción. La salud presenta carencias graves y la educación pública es prácticamente inexistente. Han logrado sumir en el atraso a una de las regiones más productivas del país.
Si bien quienes manipulan las variables del modelo para decidir qué zona retrocede en el tiempo son los diputados, la responsabilidad del atraso no es solo de ellos. No, señor. Digamos que el 50% es responsabilidad de los funcionarios. Pero el otro 50% recae en la ciudadanía. ¿No le gusta esto, amigo lector? Pues es la verdad. Sin electores que votan por delincuentes condenados, no habría delincuentes empoderados y blindados.
Sin personas que aplauden malas gestiones porque se benefician de ellas, no estaríamos tan extraviados del rumbo. Si la población pensara en el bien común, jamás permitiría que empresarios corruptos y funcionarios no menos salpicados administren empresas que incumplen con las mínimas medidas de seguridad sanitaria. Porque el problema no es reciente. Hay documentos firmados por funcionarios decentes —que seguramente fueron sancionados— en los que ya se advertía la situación.
Y no me equivoqué en esa redacción.
Acá se sanciona al funcionario que hace bien su trabajo y se premia al que le sigue el juega vivo a los corruptos. Castigar la buena gestión y el conocimiento, y premiar la incapacidad y la falta de valores, es el modelo estándar. Si eso no es una forma de retroceder aceleradamente como sociedad, no imagino qué lo sería. Así es como la fluctuación espacio-temporal generada en el hemiciclo va provocando esa variación en el horizonte de la región afectada, al punto de que todo comienza a deteriorarse hacia atrás.
Invertir en planos improvisados para resolver un problema es simplemente crear más problemas sobre la marcha. Había proyectos y presupuestos aprobados para mejorar el viejo sistema que aún se usa —mal— para abastecer de agua a la población de Azuero. No soy médico, pero el envenenamiento por consumo de patógenos y metales pesados debe tener relación con la altísima incidencia de cáncer en la región. ¿Tienen planes a corto, mediano y largo plazo para atender esta crisis?
Emparapetar la vieja toma de agua no resuelve nada, y lo saben.
Hay que reubicarla y modernizar el sistema. Si no saben cómo hacerlo, con gusto les explicamos. También podemos guiarlos sobre medidas paliativas mientras se trabaja en una solución integral.
Somos tan ciudadanos como todos, y merecemos volver al futuro.
¿O nos vamos a dejar morir en silencio?
Dios nos guía.
El autor es ingeniero civil, empresario y escritor.