Hace ochenta y tres años, un 28 de agosto de 1942, falleció el más grande líder y visionario de nuestro país, el Dr. Belisario Porras Barahona. Un hombre que no solo marcó la historia de Panamá con obras y leyes, sino también con el ejemplo de su integridad y con la grandeza en su muerte.
Se cuenta que en sus últimos momentos, cuando su familia más cercana lo llevó al hospital Santo Tomás —ese que, pese a la guerra implacable de sus enemigos, logró construir para servir al pueblo y que, con burla, llamaron “elefante blanco” porque decían que nunca se llenaría—, ocurrió que, como una reivindicación de la vida al final, lo encontraron abarrotado de pacientes. El director les ofreció una camilla ocupada por una mujer que esperaba dar a luz, pero ante su ofrecimiento nos dicen que el Dr. Porras, con serenidad y humildad le respondió: “Gracias, señor director, pero permita que la sra, continúe allí, ya que con ella llega un nuevo ciudadano y éste de aquí ya se va”.
En ese gesto se resume la esencia del Dr. Belisario Porras, quien a lo largo de su vida puso siempre en primer lugar a la gente humilde de su pueblo, para quienes había construido ese hospital que hoy sigue sirviendo con excelencia a todos por igual. Horas después, partió el caudillo para siempre.
Meses después, en febrero de 1943, la Asamblea Legislativa decretó que el Barrio de la Exposición llevara en su honor el nombre de Barrio Belisario Porras. Vale recordar que la existencia de este barrio está ligada también al ahora vibrante corregimiento de San Francisco, que pronto celebrará 100 años de existencia, cuando el Dr. Porras trasladó allí —con títulos de propiedad incluidos— a la comunidad de pescadores que vivía en la playa de Punta Prieto.
Conmovido por la pérdida de su líder, el pueblo panameño decidió levantar una plaza en su memoria. No fue a través de un decreto frío ni de una orden burocrática: lo hizo mediante una colecta popular como expresión de inmensa gratitud; una colecta que unió a ricos y pobres, panameños dolientes de toda condición, quienes decidieron erigir frente a su casa, y en el barrio que construyó, un monumento a la altura de su legado.
Así nació la Plaza Belisario Porras, símbolo del amor y la gratitud de su pueblo, inmortalizada en mármol y bronce con una dedicatoria escrita por su amigo, el gran poeta Ricardo Miró, que decía:
“El bronce de los próceres, que perpetuó la gloria de los que han sido faros ante la humanidad, recogerá tu cuerpo y lo dará a la Historia para que siga viaje a la Inmortalidad.”
Hoy, el monumento —realizado por encargo al afamado escultor español Victorio Macho— se encuentra en grave peligro, pues necesita con urgencia el mantenimiento profesional que no ha recibido desde su creación. Mientras tanto, como sucede con las obras que nacen del amor, resiste al tiempo y al olvido, sobreviviendo a duras penas en el corazón de la ciudad.
¿Cómo honrar su memoria en un día como hoy? ¿Cómo mostrar el orgullo que muchos panameños sentimos por las incontables obras que nos legó?
Porque no fueron solo palabras ni discursos lo que el Dr. Porras nos heredó: fueron escuelas y carreteras, leyes e instituciones. Fue también el hospital del pueblo, el Santo Tomás; el primer ferrocarril que uniría al interior con el resto del país; la creación de la Lotería Nacional para beneficio de los pobres; el Archivo Nacional para conservar la memoria histórica; el Registro Civil con la primera cédula; el Registro Público, garante de la propiedad. En fin, fueron más de 103 obras concretas que transformaron la Nación, dándole identidad, confianza y futuro. Pero, sobre todo, el Dr. Porras le dio institucionalidad a la naciente República.
Recordar a Belisario Porras hoy no es solo un acto de nostalgia. Es un llamado a nuestra conciencia nacional. Es entender que, en tiempos de incertidumbre, la patria necesita volver a mirar a sus grandes hombres: aquellos que gobernaron con honradez, con sacrificio y con visión de futuro.
Por eso, al evocar su memoria, no lo hacemos con lágrimas, sino con orgullo. Porque nos dejó un ejemplo de integridad, de entrega y de amor por Panamá. Porque en cada piedra de esa plaza, así como en cada rincón de nuestro país, late todavía la energía de ese hombre que nunca se cansó de soñar con una patria más justa, más grande y más íntegra.
La autora forma parte de la Fundación Belisario Porras.
