No he podido resistir la tentación de indagar sobre los lamentables sucesos que tuvieron lugar en cierto cine de la capital. Dicen que unos jóvenes interrumpieron varias veces el inicio de la película y que, finalmente, después de una guerra de nachos, soda y millo, terminaron tirando sillas y hasta agrediendo a un vigilante de seguridad. Han detenido a dos de ellos, uno menor y otro mayor de edad, y que al parecer viven en Calidonia.
Luego vienen los comentarios en las redes sociales de los anónimos cobardes que pretenden culpar a los propietarios de la sala o a los de seguridad. Otros van más allá y culpan al sistema educativo, a las películas o a los videojuegos. Toda una lista defensiva que deja fuera a los verdaderos responsables: los padres.
Mi mamá me mima y mi papá también, pero ya hace tiempo que los muchachos no miman a nadie salvo a ellos mismos. Los jóvenes de hoy, como los de todos los tiempos, son entera responsabilidad de sus progenitores. Esa actitud buenista y comprensiva con estos y otros maleducados no les beneficia ni a ellos, ni a sus padres, ni a nosotros que tenemos que enfrentarlos.
“El niño consentido avergüenza a sus padres”, dice en los Proverbios, es cierto, pero a los padres hoy día eso no les avergüenza, qué va, permiten que sus hijos hagan lo que quieran con tal de sacárselos de encima y darles la sensación de cercanía y complicidad, lo que siempre es un error en circunstancias como estas.
“Padres consentidores crían hijos déspotas”. Pongan este lema en la puerta de su casa para que la familia lo vea y no olvide ninguno cuál es su papel. Y da igual donde se críen, en Calidonia o en Altos del Golf: los malcriados vienen de todas partes y siempre es a los demás a los que nos toca aguantarlos. Criemos ciudadanos, luego no se quejen del país en el que vivimos.
El autor es escritor
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