La conversación sobre la participación de las mujeres en juntas directivas y en cargos de alta dirección lleva ya varias décadas en la agenda empresarial. Sin embargo, todavía hoy se escucha con demasiada frecuencia el argumento de que “hay que incluir mujeres”, como si fuera un trámite, un requisito o un simple ejercicio de corrección política. Allí reside uno de los grandes desafíos: comprender que la presencia femenina en los órganos de gobierno corporativo no es un asunto de cuotas, sino de convicción.
Asistí esta semana al evento anual de la Asociación Directoras Panamá (ADP) y confieso que salí renovado y convencido de la capacidad, preparación y liderazgo de las mujeres que dirigen empresas y organizaciones en nuestro país. No se trata de discursos teóricos; basta escuchar sus trayectorias y visiones de futuro para comprender que la diversidad de género en los espacios de decisión es un imperativo estratégico, no un acto de caridad.
Más allá de la ‘silla ocupada’
Incluir mujeres en una junta directiva no puede verse como un checklist. Una silla ocupada no cambia la dinámica si no existe un reconocimiento real del valor que aporta la diversidad. Cuando las voces femeninas son escuchadas y sus perspectivas integradas en la toma de decisiones, el impacto es tangible: empresas más innovadoras, con mejor entendimiento del mercado y con una gestión de riesgos más equilibrada.
Las estadísticas internacionales respaldan este argumento. Estudios de Deloitte y del World Economic Forum, entre otros, muestran que las compañías con mayor participación femenina en juntas directivas y equipos de liderazgo obtienen mejores resultados financieros y mayor capacidad de innovación y resiliencia. En América Latina, los reportes coinciden en que la presencia femenina en órganos de gobierno corporativo sigue siendo baja y que el promedio regional aún está lejos de la paridad. Panamá no es la excepción: aunque se han visto avances, todavía queda camino por recorrer para alcanzar un equilibrio real.
De la excepción a la regla
Lo ideal sería que ya no habláramos de “inclusión de mujeres” y que fuese algo natural, cotidiano y generalizado. Que no existiera la necesidad de promover programas especiales ni regulaciones, porque la participación femenina en juntas y posiciones ejecutivas estuviera asumida como norma. Y más aún, que lleguemos a ver —por mérito, convicción y resultados— juntas donde la presencia femenina no solo sea igualitaria, sino incluso mayoritaria.
Liderar con propósito
Las mujeres líderes que hoy ocupan posiciones en juntas directivas y como CEO de empresas no lo han hecho para cumplir un porcentaje ni para figurar en un reporte de sostenibilidad. Están allí porque su talento, preparación y visión las convierten en piezas indispensables para enfrentar los retos de un mundo empresarial cada vez más complejo.
Lo que vi en el encuentro de la ADP es un movimiento de mujeres que entienden que gobernar empresas no es solo maximizar el retorno financiero, sino también impulsar la sostenibilidad, la innovación y el valor compartido con la sociedad.
Un cambio cultural pendiente
El reto, sin embargo, sigue siendo cultural. Todavía persisten barreras invisibles: estereotipos, prejuicios y estructuras empresariales que no siempre facilitan el ascenso femenino. Por eso, el cambio no se limita a promover mujeres para cargos altos; implica transformar la mentalidad de líderes, accionistas y ejecutivos para reconocer que la verdadera competitividad de las empresas del futuro pasa por la diversidad.
Una invitación
Celebro haber compartido esta semana con tantas mujeres inspiradoras en el evento de la ADP. Fue una muestra de que el talento femenino está aquí, listo para asumir las riendas. Lo que falta no es capacidad, sino convicción.
Mi invitación a los líderes empresariales es clara: dejemos de ver la diversidad de género como un requisito y asumámosla como una ventaja estratégica. Apostemos por la igualdad no para cumplir, sino porque creemos en ella. Y hagamos que la conversación ya no sea sobre cuotas, sino sobre resultados.
Cuando eso ocurra, no hablaremos de “avances” en la participación femenina en juntas directivas: hablaremos de un nuevo estándar. Y ese día, sin duda, será un día de mejores empresas y de mejores sociedades.
El autor es socio de Deloitte Panamá.
