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No hemos avanzado

Días atrás, cuando ponderaba qué escribir en esta primera columna de regreso después de 10 años de ausencia en estas páginas, me topé con la siguiente cita de Martin Luther King. “Si no puedes volar, corre. Si no puedes correr, camina, y si no puedes caminar, entonces gatea. Del modo que sea, tienes que seguir avanzando”. (1967)

King se refería, por supuesto, a la gran causa de su vida: la lucha por la igualdad de derechos para los afrodescendientes en Estados Unidos. Ahora, medio siglo más tarde, da vergüenza constatar como odio, racismo y crueldad sirvieron para negarle derechos fundamentales a los afroamericanos, por muchas décadas después de que se hubiera abolido la esclavitud. Triste es constatar que el racismo todavía infecta muchos aspectos de la vida en Estados Unidos.

Sin embargo, gracias a King y al movimiento que lideró, no solamente se ha avanzado en Estados Unidos en materia de igualdad de derechos, sino que las sociedades avanzadas han comprendido que la igualdad de derechos ante la ley no son cosa de raza ni de etnia ni de género. Tampoco de estatus socioeconómico, atributos físicos u orientación sexual. Es simplemente cosa de derechos humanos. Ningún país ha llegado a la perfección en materia de derechos humanos, pero los países de mayor desarrollo han ido avanzando en todos esos renglones, aunque sea gateando.

Siendo el mes de Pride, abordaré primero los derechos LGBTIQ+. Cuando dejé de escribir en 2013, el matrimonio igualitario era legal en 17 países, incluyendo España, Argentina, Uruguay, Francia, Brasil, Inglaterra y México. De allí, siguieron Escocia y Luxemburgo (2014); Finlandia, Irlanda, Groenlandia y Estados Unidos (2015); Colombia (2016); Malta y Australia (2017); Austria, Taiwán, Ecuador e Irlanda del Norte (2019), y Costa Rica (2020). De los países del G7, Japón es el único que aún no lo ha instituido, pero varios tribunales japoneses han fallado que esta omisión es una violación de derechos humanos y hay encuestas que señalan que 70% de los japoneses está a favor de permitirlo. O sea que Japón está atrasado en este tema, pero gateando hacia adelante.

Y en Panamá, ¿hemos avanzado sobre matrimonio igualitario? Ni un milímetro. En vez de gastar tinta y tiempo criticando a una Corte Suprema cobarde y plagada de mediocridad, iré directamente al grano: las leyes son el reflejo de su sociedad. Esta es una verdad desagradable que explica muchos de nuestros males. En el caso específico de derechos LGBTIQ+, nuestras leyes están atrasadas porque nuestras actitudes están atrasadas. Hace años vi una encuesta que señalaba que en Panamá solo el 12% de la población aprueba del matrimonio igualitario. (Contrasten eso con el 70% de aprobación en Japón, una sociedad tradicional y conservadora). Si hay encuestas o hechos que muestren avance en Panamá, agradeceré que me los envíen, para así consolarme con la idea de que estamos gateando hacia adelante, aunque sea milimétricamente.

Justicia es otro tema fundamental de derechos humanos y allí tampoco hemos avanzado desde 1990, cuando mi primera columna en este diario criticó severamente el sistema de justicia penal. Otra vez, no voy a malgastar tinta y espacio comentando el triste espectáculo que vimos la semana pasada en el juicio del caso New Business. Solo repetiré que las leyes son reflejo de su sociedad. Si tenemos un sistema absurdo, anacrónico, desigual e inoperante –sin mencionar corrupto—es porque hemos escogido tenerlo así y no nos importa seguir teniéndolo así. Nos entretenemos con juicios “show” sin poner debida atención a todas las otras fallas de nuestra justicia, como por ejemplo las graves violaciones de derechos humanos en nuestras cárceles (cosa que denuncié repetidamente en mis 23 años como columnista aquí). Les recomiendo buscar un excelente artículo en la página web de La Estrella, titulado “Tumba de los vivos”.

Terminaré con otro tema de derechos humanos donde no solamente no hemos avanzado, sino que hemos retrocedido: democracia. En Panamá, según encuestas hechas cada dos años por Latinobarómetro, el apoyo a la democracia ha caído desde el final de la dictadura. En el año 1996, 75% de los encuestados panameños opinó que democracia es la mejor forma de gobierno; pero en 2020, solo 35% respondió así. Si ni siquiera nos importa tener democracia, estamos perdidos como país.

¿Qué nos corresponde hacer? Retomar la obligación de seguir avanzando en torno a los derechos humanos, y a paso rápido. Si no, tendremos que aceptar otra verdad desagradable: cada pueblo tiene el gobierno que merece.

La autora es abogada y periodista jubilada


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